No queremos que nos sirvan
Queremos servir
Hablando con una amiga el otro día nos dimos cuenta de que estamos llegando a la edad en que muchos nos planteamos cuál es la felicidad verdadera, la satisfacción que permanece.
Nuestra amiga, llamémosla Laura, nos contaba que lleva tiempo pensando en hacer algún tipo de voluntariado en un país en el que necesiten ayuda humanitaria. Laura no tiene hijos, aunque se lo estuvo planteando durante un tiempo, especialmente cuando todos a su alrededor iban convirtiéndose en padres. Se le dan bien los niños, disfruta mucho con ellos, pero siente que su camino no es tener hijos propios sino de alguna manera dedicarse al bienestar de los que tienen menos recursos.
Nuestra amiga ha traspasado el temido umbral de los cuarenta años, una edad que te hace replantearte la trayectoria de tu vida. No porque haya algo malo en ella, simplemente tu vida puede que ya no refleje quien tú eres realmente, lo que te mueve por dentro.
Ya sabíamos del sueño de Laura, no era la primera vez que nos hablaba de él, pero sí era la primera vez que sonaba como algo real, como algo que pudiera ponerse en marcha en cualquier momento.
La diferencia puede que sea el desencanto que Laura sentía ahora con lo que hasta entonces la había hecho feliz, o al menos colmado de ilusión.
Laura siempre ha sido de hacer viajes a países exóticos, pero no de forma turística, en hoteles de cinco estrellas y con todo incluido, sino a lo mochilero, con un grupo de amigos y un nivel B1 de inglés (en total, si montaban entre todos la frase). Viajes más auténticos, en los que llegaba a conocer cómo vivían los pescadores filipinos o los granjeros vietnamitas.
Incluso esos viajes más auténticos, que llenan más el espíritu que los que hacemos con todos los lujos de Occidente, terminaron por no ser suficiente.
A nosotros nos pasa un poco con los festivales. No hemos estado en todos, ni en los más grandes, pero ya hemos llegado a la conclusión de que más grande, más largo, más espectacular, más intenso... no es necesariamente mejor.
Llega un momento en la vida de las personas en el que se apaga el brillo de las experiencias y los placeres efímeros. Nuestra felicidad deja de depender de objetos materiales y experiencias (viajes exóticos, restaurantes lujosos, fiestas...) y empieza a transformarse en una búsqueda de la autorrealización.
No queremos que nos sirvan, queremos servir.
¿Y cómo podemos servir? Cada uno de nosotros tiene su manera.
Hay quien siente que su trabajo es su servicio: está alineado con sus valores y le permite desplegar sus dones y talentos. (Esto no es muy habitual, por desgracia).
Hay quien sirve en su tiempo libre. Un amigo nuestro montó una asociación en plena pandemia para crear un banco de alimentos en su barrio (Malilla, Valencia), y ahí siguen cada día; una amiga se dedica a acompañar a madres hacia una crianza con más conexión y respeto; un amigo enseña español a inmigrantes...
Y hay quien tiene hijos, que para la mayoría de padres y madres es un trabajo a tiempo completo, una dedicación exclusiva. Ese es su servicio al mundo: dar toda su energía y su amor para que su hijo o hija "salga" un poquito mejor de lo que salieron ellos. Gracias a la enorme labor de esas madres y padres sigue la humanidad viva y seguimos progresando generación tras generación.
No es importante el qué, mientras sea lo mejor que podamos hacer ahora y esté en consonancia con nuestros valores, sueños y talentos. A esto lo suelen llamar el propósito vital.
Pero no hace falta que el servicio que des sea grandioso y colme todas tus aspiraciones. Puedes empezar pequeño.
A nosotros nos llena mucho hacer pequeños servicios a la naturaleza. Cuando vamos al campo nos llevamos bolsas y guantes para recoger basura y agua de sobra para regar algún pimpollo que está empezando a salir. Si tenemos que "ir al baño" lo hacemos donde sea, pues el pis contiene nitrógeno, que es muy bueno para las plantas (conviene echar agua también para diluirlo).
Y si tienes inclinaciones más espirituales, puedes sentarte a meditar en el bosque y apreciar su belleza, detenerte a contemplar de vez en cuando, en vez de seguir a toda prisa la ruta marcada en Wikiloc. Puedes hacer también una ofrenda de comida (semillas, fruta...) para los pájaros y otros animales. El bosque responde a nuestra presencia amable y reverente.
Son pequeños gestos que te cambian a ti por dentro. Evidentemente, no vas a transformar un paisaje con solo pasar la mañana allí, aunque te la pases entera recogiendo basura, pero sí vas a cambiar la manera en que te relacionas con la naturaleza. Te sientes parte de ella, la cuidas porque es una parte de ti, y esto transforma muchas otras áreas de tu vida.
Si quieres involucrarte más, también puedes unirte a alguna asociación o proyecto, como voluntario por un día o durante más tiempo. Hay asociaciones como Reforesta que se dedican a la recuperación y conservación de bosques. Algo parecido hacen en Rewilding Europe por toda Europa. También hay muchas asociaciones locales en diferentes provincias de España, con proyectos que te pueden pillar más cerca. A nosotros esta vía nos llama mucho y tenemos planeado hacer algo así próximamente, ya os contaremos.
De hecho, aprovechamos este email para contaros nuestros planes futuros, todavía un poco nebulosos.
A partir de abril-mayo 2024 vamos a empezar a visitar proyectos de permacultura y comunidades por la península ibérica y posiblemente Europa, trabajando como voluntarios durante varios meses en cada uno.
Queremos aportar nuestro granito de arena y llevarnos aprendizajes. Aprender cómo gestionar un huerto ecológico bajo los principios de la permacultura, cómo regenerar un ecosistema, cómo fomentar la biodiversidad, cómo ser más autosuficientes e interdependientes, cómo usar menos energía y hacerlo de forma más eficiente...
Y también aprender los aspectos sociales de este nuevo estilo de vida: cómo se organizan diferentes comunidades y ecoaldeas, cómo se resuelven los conflictos, cómo se coopera de forma efectiva, cómo se vive con una visión común, cómo se trae de vuelta todo lo que la comunidad ha logrado para hacer mejor el mundo ahí fuera, más allá de los límites de la ecoaldea o pueblo.
Nuestro plan original, que nació un poquito antes de la pandemia (todo es ahora "a. P." o "d. P.") era comprar un gran terreno en mitad de la nada y construirnos una casa bioclimática, vivir y tener nuestro huerto ahí, más o menos aislados del mundo y autosuficientes. Tenemos amigos que lo han hecho así y nos fascina todo lo que han logrado.
Sin embargo, con el tiempo y después de Sunseed y de O Couso, nos hemos dado cuenta de que lo que queremos es ayudar en otros proyectos, aprender y enriquecernos con las personas y sus sueños (y lo que a partir de ellos han creado en el mundo material).
Nuestro propósito, al menos por ahora, es transmitir que otro estilo de vida es posible. Un estilo de vida basado en el deseo de servir, no de que nos sirvan.
Todos tenemos ese deseo de servir, aunque en algunos de nosotros esté muy soterrado (y no pasa nada; forma parte del proceso personal). Hay quien tiene una vida muy difícil y mucho con lo que lidiar, y para esa persona lo más importante ahora es su autocuidado y amor propio. Hay quien es todavía demasiado joven como para haberse desencantado con el modelo consumista. Hay quien tiene una enfermedad física o mental. Hay quien tiene que aprender a quererse primero a sí mismo.
Escribimos para todos aquellos en los que se ha despertado el deseo de hacer algo más, o quienes sienten cierta insatisfacción con su vida. No estáis solos. La respuesta tal vez se encuentre en buscar qué es eso a lo que quieres servir.
Y respecto a nuestra amiga Laura, le hemos sugerido que empiece pequeño. Puede ir a asociaciones que ayuden a niños y jóvenes en su mismo barrio y ver qué tal se le da, antes de, por ejemplo, irse seis meses a Kenya.
"Empieza pequeño" es un consejo traído directamente de la permacultura: empieza pequeño para ir testeando, probando, descubriendo si es lo que quieres, si funciona para ti, si en realidad tenías otra cosa en mente, si te faltan algunas herramientas o conocimientos... Es más fácil corregir el rumbo si vas andando paso a paso que si vas a 200 por hora en un coche de carreras.
Y si te encanta y funciona a escala pequeña, es más fácil que reúnas valor para ir a por todas, a lo grande. Y tiene la ventaja de que puedes servir ya, en este mismo momento, a ese sueño que has llevado en tu corazón, quizá desde hace años. Empezar ahora, aunque sea pequeño, da solidez y energía, inspira y satisface más que un sueño que depende de ciertas condiciones futuras.
Nos alegró un montón escuchar a Laura contarnos sus planes, igual que nos alegra que otros tengan hijos o que empiecen un proyecto o que se planteen cambiar un trabajo que los asfixia por otro peor remunerado pero más gratificante.
Cada vez somos más los que no nos contentamos con el modelo consumista, basado en la satisfacción de nuestros deseos. Esa satisfacción no dura en el tiempo y cuando se acaba nos deja vacíos, buscando la siguiente dosis (un viaje más lejos, más tiempo, a un país más exótico...).
Otro modelo va a emerger, estamos seguros de ello. Cada uno de nosotros, aunque aparentemente aislados en nuestras búsquedas y proyectos, estamos entre todos tejiendo ese modelo nuevo, que será distinto a lo que ninguno podemos anticipar, y que no vamos a ver completado en nuestra vida.
Pero eso no nos hace desistir de trabajar por ese ideal. Haremos nuestro poquito, cada cual en la medida de sus posibilidades, respondiendo a sus dones y a sus anhelos, tranquilo en su corazón con las decisiones que ha tomado.
El devenir del mundo es demasiado grande como para siquiera planteárnoslo. Lo único que podemos hacer es seguir trabajando en lo que sea que nos llene y sea fiel a nuestros valores, confiando en que las piezas que cada uno aportamos caigan en su sitio y construyan entre todas un mundo más bello.
Gracias por leernos,
Marta y Andreu
PD: Si quieres saber más sobre el propósito vital, te recomendamos este artículo de Aroa Fernández: Revisión de tu propósito vital - 10 preguntas para inspirarte