Estamos en nuestra segunda transición antes de irnos de viaje.
La primera fue de nuestro piso de siempre al chalet de verano de los padres de Andreu. Una transición muy fácil y cómoda, para qué os vamos a engañar. Despertarse con los pajaritos en lugar de con los vecinos poniendo reggeatón siempre es más agradable (a no ser que te motive mucho el reggeatón a las 8 de la mañana). Estuvimos en el chalet a nuestras anchas durante un mes mientras poníamos a punto la furgo y dejábamos el piso.
Esta segunda transición está siendo menos fácil. En esta quincena que nos queda hasta el 7 de junio, que salimos hacia Portugal, estamos viviendo en la casa de campo de una amiga, donde hemos traído a nuestros gatos. Se van a quedar aquí en acogida los años que estemos fuera, con todo el pesar de nuestro corazón. Siempre quisimos que vivieran salvajes y felices en el campo, pero eso no quita el dolor de la despedida.
Nos ha costado encontrar el lugar ideal para ellos. Teníamos desde hace meses una casa a donde llevarlos, pero en el último momento nuestra amiga nos dijo que la iban a echar porque los dueños quieren vender (está Valencia loquísima con la especulación inmobiliaria). Después del batacazo, preguntamos a diestro y siniestro hasta dar con Marina, una compi de Marta del trabajo, que tiene un terreno enorme, tres gatos, dos perrazos y una niña.
Así que aquí estamos, en un terreno enorme con toda la fauna doméstica y la no doméstica y todavía desubicados.
Desubicados es la palabra que mejor define cómo nos sentimos estos días. Queríamos esperar a ubicarnos mejor para escribir, pero creemos que hay algo de valor (de "valioso" y de "valiente") en compartir desde la incomodidad, desde la incertidumbre, desde el no tener respuestas. (Nos inspiran personas como
y ).Desubicados porque hemos venido a una casa ajena, que tiene sus propios ritmos (visitas de amigos, familia, obras, horarios de comida, jugar con la nena…) y nosotros venimos con los nuestros, que son muy diferentes (saludos al sol, meditaciones y esas cosas hippies que hacemos). Además, ese ayuno intermitente que nos saltábamos la mitad de las veces ahora ni se le ve ni se le espera.
Los gatos también están desubicados. El primer día Merry, que es el más explorador de los dos, estaba recorriendo el campo con Andreu ("Todo esto un día será tuyo, Merry"), cuando apareció uno de los perrazos, el cachorro. Un mastín precioso y más bueno que el pan, pero para Merry un bicho gigante que quería comérselo. Echó a correr dando saltos como un conejo en dirección contraria al perro y por un momento pensamos que lo perdíamos. Drama máximo.
(Y nos habría estado bien empleado: veterinarios y amigos varios nos han dicho que la adaptación se tiene que hacer poco a poco, que hay que encerrarlos en una habitación y que se vayan oliendo con los animales de la casa… pero somos unos blandos y nos sabía mal tenerlos metidos en el baño maullando todo el día).
Nuestra idea era dormir en la furgo desde la primera noche, pero con los gatos que todavía no saben cuál es su lugar, estuvimos varios días haciéndolo dentro de la casa, en un rinconcito que da al comedor, y ellos en sus camitas con nosotros. Es un espacio muy cuqui, decorado con ladrillos de sal, donde dormían Marina y su chico durante la reforma, pero, claro, no tiene mucha intimidad y escuchábamos el ir y venir de todo el mundo en la casa, y ellos el nuestro, y nos sabía mal estar invadiendo su espacio. Al final nos fuimos a la furgo y estamos dentro súper bien, pero los gatos ahora duermen con nosotros en el jardín en vez de dentro de la casa, y eso va a hacer más difícil la adaptación cuando nos vayamos. No hay respuestas fáciles.
Estamos desubicados también con la furgo, porque todos nuestros trastos son muchos trastos y la mitad del tiempo no encontramos lo que buscamos. Nos faltan cosas y nos sobran otras (apuntado: coger chanclas de baño y dejar el cuarto par de zapatos que no nos vamos a poner). Sabíamos que esto iba a pasar y este tiempo de transición nos iba a ayudar a definir qué queremos y qué no, pero no deja de ser incómodo.
Además, surgen partes de los dos en conflicto. La parte de Marta que se lo creía de pequeña cuando la llamaban "princesa" y que quería una furgo grande donde no hubiera que estar sacando y metiendo cosas todo el tiempo. Y la parte de Andreu que considera que mejor empezar pequeño, que el dinero mejor gastarlo con cabeza, y que no necesitamos algo tan grande. Las dos partes tienen razón, a su manera, pero cada vez que nos zambullimos en la furgo a encontrar el aloe vera (porque con nuestra piel de terciopelo nos hacemos heriditas en cuanto cogemos unas tijeras de podar), las partes en liza se agitan dentro de nosotros y surgen roces (gracias aloe, por tanto).
La desubicación y la incomodidad sacan partes de nosotros que no conocíamos, y eso puede ser un regalo. Si atendemos a estas partes y sus necesidades y miedos, salimos fortalecidos y construimos resiliencia. Por eso dicen que hay que salir de la zona de confort. Dentro de ella se está muy bien, pero fuera está el crecimiento.
Dicho esto, no es ni fácil ni agradable. Pero hemos descubierto muchas cosas. Una de ellas es que para ubicarnos necesitamos algo que nos arraigue. Los hábitos son lo más efectivo. Hacer yoga por la mañana, meditar, respirar, escribir… nos devuelven a nuestro centro. Aunque pasen muchas cosas en el día, hay que tener un tiempo y un espacio propios. Especialmente si pasan muchas cosas: necesitamos intimidad para poder procesarlas.
Además de afianzar hábitos antiguos, estamos creando nuevos. Hemos empezado a sentarnos juntos al atardecer, con nuestros queridos cojines de meditación (que hay que estrujar para que quepan en el maletero), a hablar de cómo nos ha ido el día y de lo que sentimos. Surgen sobre todo miedos, pero al expresarlos toman una dimensión real y mucho más manejable, y nos hacen sentirnos más unidos el uno al otro.
Otra palabra que describe esta etapa es agradecidos. Agradecidos porque Merry y Pippin tienen donde quedarse, un lugar precioso con una familia maravillosa. Agradecidos por tener esta oportunidad de testear esta nueva forma de vida. Agradecidos porque nuestras condiciones vitales y económicas no podrían ser mejores.
Agradecidos también por poder compartirlo y que nos leáis. Uno de nuestros propósitos con Permaprendices es cuestionar que la manera de vivir convencional (trabajo de ocho horas para costearnos una hipoteca monstruosa, tener hijos y que la crianza ocupe todo nuestro tiempo, etc.) sea la única. Este estilo de vida está bien y hace felices a muchas personas, pero para muchas otras significa precariedad laboral, ansiedad, estrés, depresión y falta de sentido vital (sobre todo si no tienes elección).
¿Se puede vivir de manera diferente, más conectados con la naturaleza, dedicando nuestra energía a regenerar el ecosistema, la sociedad, la cultura? ¿Llevar un estilo de vida que nos permita desarrollarnos de manera creativa sin tener que exprimir nuestra energía en servir a la Máquina? Creemos que sí y vamos a viajar a diferentes proyectos por toda Europa para averiguar cómo otras personas lo están haciendo. Estamos muy ilusionados. Tenemos por delante muchos lugares chulos y encuentros fascinantes, entre ellos el Gathering of Tribes (encuentro de "tribus" regenerativas y a la vanguardia tecnológica).
¿Se puede viajar de voluntario por el mundo gastando lo mínimo? También es una de nuestras preguntas. Aunque podríamos habernos comprado una furgo más grande, hemos escogido hacerlo low-cost (para desgracia de la parte princesa de Marta) y usamos plataformas de intercambio de trabajo por comida y alojamiento, como WWOOF, Workaway y Worldpackers.
Pero no queremos que os llevéis una imagen equivocada. Tenemos ahorros y hemos puesto el piso en alquiler para darnos estabilidad económica y permitirnos ir a sitios donde no se puede ir simplemente como voluntarios (hay ecoaldeas y proyectos más asentados donde pagas por una estancia de formación o por un retiro).
Todo esto lo queremos reflejar aquí y ser transparentes tanto con nuestro privilegio como con las posibilidades económicas de lo que estamos haciendo. Hay quien podrá viajar a todo tren con una autocaravana como un trailer y pagar estancias en cualquier sitio y habrá quien solo podrá ir en su cochecito como voluntario, pero es una posibilidad que está abierta a muchas más personas y circunstancias de las que creemos.
Os iremos contando! Gracias por estar ahí.
Un abrazo,
Marta y Andreu
¡Hola chicos! Gracias por la mención 🫶no sabéis qué sonrisa de oreja a oreja que me ha sacado leeros, no solo por la mención, si no por lo que nos espera leer a vuestro lado.
Gracias por compartiros, me interesa muchísimo vuestro proceso y creo que es muy valioso para mucha gente e inspirador.
Me ha encantado el recorrido por la casa de campo, vuestro piso al ritmo de raggaeton, la pared de ladrillos de sal, la adaptación de los gatitos, el despertar en la furgoneta y la meditación al ras de la puesta de sol.
El año pasado mi chico y yo estuvimos de vacaciones en un coche tal que así como vosotros, hicimos una estructura con unos cajones y una tabla y así viajamos. Fue el mejor viaje que he hecho nunca, me sentí completamente libre. Ya nos contaréis cómo va siendo.
Abrazo enorme,
Isa
qué bien que vayáis a compartir vuestra experiencia por aquí, porque me encanta vivir las aventuras de los demás . . yo soy feliz en mis rutinas, mi hogar y mi trabajo de oficina, pero me gusta conocer otras posibilidades, ver lo que les mueve a otras personas y lo que encuentran en su camino . . que vaya todo muy bien, aquí me quedo esperando vuestras historias con ganas . . un abrazo!