«Eso es un poco idealista»
Sobre la naturaleza del ser humano y el libro "Dignos de ser humanos" de Rutger Bregman.
Últimamente, cuando compartimos nuestras ideas con conocidos sobre lo que pensamos del futuro o de las personas, siempre, tarde o temprano, acaba apareciendo cierta palabra en la conversación.
Al principio, esa palabra nos molestaba un poco, pero ahora hasta la vemos como algo positivo.
La palabra es idealista.
Quizá os la han dicho alguna vez, o la habéis dicho.
"Eso que dices es un poco idealista" o "Tú es que eres muy idealista".
Decir que algo es idealista es una manera rápida de rechazar una idea sin considerarla, porque en el "mundo real" algo así no podría darse.
La última vez que la oímos fue hablando con un amigo sobre economía.
Estábamos diciendo que creemos que en un futuro no tan lejano destinaremos cada vez menos dinero a objetos y servicios de consumo y más a causas con las que nos sintamos conectados. Que la filantropía no será lo raro sino la norma.
Pensaremos en el dinero no solo como algo con lo que satisfacer nuestras necesidades básicas y caprichos, sino como una manera de construir el mundo en el que queremos vivir. Si el dinero es una extensión de nuestra energía, veremos natural destinarla al beneficio de todos y no solo al nuestro individual.
Donaremos para que se regeneren bosques, para que se compartan tecnologías a los que tienen menos recursos, para que se atiendan a personas enfermas, para que se eduque a los niños con consciencia, para que se limpien los mares, para que se protejan especies en peligro de extinción…
Ninguna de estas causas aportan ningún beneficio o placer al donante como individuo aislado, pero cuando el donante se siente parte del planeta y no separa su bienestar del bienestar del mundo, siente que, de hecho, no puede haber mejor uso para su dinero.
Como el filántropo que ganó millones de dólares en bitcoin y decidió que ese dinero debía ser para empezar el proyecto de Biocorredores Amazónicos, una de las primeras iniciativas lideradas por indígenas. O como la fundación que financió al doctor Michael Greger para empezar en 2011 lo que ahora es la página más grande sobre nutrición basada en la evidencia, que se mantiene solo con donativos, pero nunca de conglomerados con intereses económicos en el mundo de la salud y la alimentación.
Creemos que llegará un día en que esto será lo normal, no algo raro de lo que maravillarnos.
Nuestro amigo nos dijo que eso sonaba muy idealista, que el mundo real no era así y que las personas son egoístas por naturaleza.
Sobre idealista diremos solo una cosa: todos los grandes cambios y revoluciones fueron una vez consideradas "idealistas". Algo impensable en el paradigma del momento, y por eso el paradigma tenía que romperse. La abolición de la esclavitud y la igualdad de la mujer y de las personas racializadas fueron cuestiones idealistas en su día.
Necesitamos personas idealistas para sacudir la rigidez de las estructuras que nos aprisionan. Ser idealista no debería ser una ofensa, sino un cumplido.
El otro punto se merece una disección un poco más larga, aunque no demasiado (prometido).
Hace poco leímos el libro Dignos de ser humanos de Rutger Bregman. El libro de Bregman, basado en investigaciones e historias reales, nos desvela que, en el fondo, las personas somos "bastante decentes".
¿De dónde viene esa creencia tan firmemente arraigada en el egoísmo y la maldad de las personas? ¿Por qué solemos pensar que "los nuestros" son buenos pero que de la mayoría ahí fuera no nos podemos fiar?
Hay varios motivos. Uno de ellos es nuestro sesgo de negatividad. Tendemos a focalizarnos más en lo malo y lo potencialmente peligroso porque esa tendencia nos ha salvado una y otra vez cuando vivíamos en la jungla. Mejor pensar que una ramita es una serpiente y equivocarnos, a cometer el error de confiarnos demasiado y ser mordidos.
Si tenemos diez ejemplos de personas honradas y una que se sale de la norma, manipulando o mintiendo, tendemos a pensar que la gente no es de fiar.
Podrías pensar que ser desconfiado es beneficioso, ya que te evita que "te la jueguen", pero en realidad hay muchas razones por las que ser desconfiados nos está perjudicando.
Quizá la más importante es que cuando tratamos a los demás con desconfianza y otras expectativas negativas, influimos en cómo los demás se ven a sí mismos y se relacionan con nosotros y los demás.
La influencia que ejercemos en los demás es enorme. Seguro que has oído hablar de cómo un profesor que cree en el potencial de un alumno conflictivo logra que este se transforme y brille. A este fenómeno se lo conoce como el efecto Pigmalión, y lo encontramos todos los días en las aulas, hospitales, empresas, familias…
Su contrario es el efecto Gólem. Cuando esperamos cosas negativas de los que nos rodean, nuestras expectativas negativas acaban provocando lo que esperábamos, lo que a su vez refuerza nuestros prejuicios, generando una espiral negativa de la que cada vez es más difícil escapar.
Otro motivo por el que no creemos en la bondad intrínseca de las personas es que estamos siendo bombardeados constantemente con noticias de lo peor de lo que es capaz el ser humano. Guerras, homicidios, estafas, abusos de poder, robos…
No es que estas cosas no sucedan, sino que las noticias nos ofrecen una imagen terriblemente sesgada de lo que está pasando en el mundo día a día. Apenas oímos hablar de los millares de iniciativas regenerativas, los proyectos con fines humanitarios, la convivencia pacífica de los pueblos, las pequeñas y grandes muestras de generosidad diarias.
Las noticias están tan sesgadas que ni siquiera siguen tendencias reales.
¿Sabías que España es el primer país en Europa en venta de alarmas para las viviendas, y uno de los que menos okupaciones tiene? En los últimos años se han quintuplicado las noticias sobre okupaciones, a pesar de que no ha habido más que en años anteriores. Es un alarmismo injustificado, pensado para generar miedo y vender más.
Pero quizá el motivo de más peso es que la mayoría de personas creen en la historia de que el ser humano es malo.
Es lo que justifica la civilización, con todas sus normas y leyes, y el enorme aparato del Estado. Todo se sostiene bajo la creencia de que sin todo este tinglado que tenemos montado reinaría el caos, la anarquía y la ley del más fuerte.
Volveríamos a la vida "solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta" de nuestros antepasados, decía el filósofo Thomas Hobbes.
¿Y qué pasaría si desapareciera la civilización de un día para otro? ¿Volvería el hombre de las cavernas a las andadas? ¿Reinarían el egoísmo y la barbarie como en The last of us o Mad Max?
Parece ser que las películas postapocalípticas no podrían estar más equivocadas.
En las crisis no cunde el pánico y el descontrol, sino la generosidad y la ayuda desinteresada: las crisis sacan lo mejor de la gente.
Y nos referimos a crisis generalizadas, cuando la mayoría estamos pasando por algo parecido. Los desastres naturales, como terremotos o inundaciones, son ejemplos de cómo una comunidad puede volcarse en ayudar. Ver a un igual en una mala situación hace que queramos ayudarle.
De hecho, lo hemos visto hace poco con el incendio que tuvo lugar en nuestra ciudad, Valencia, en el que murieron 10 personas y 131 familias perdieron su hogar. Los servicios de emergencia, junto con los vecinos e incluso el portero del edificio, lo dieron todo para rescatar a las familias, arriesgando sus propias vidas. Se recaudaron más de 100,000€ para los afectados y las donaciones de ropa, enseres y útiles domésticos desbordaron los casales falleros, haciendo que el Ayuntamiento habilitara un todo un polideportivo para almacenarlas.
El Centro de Investigación de Desastres de Delaware ha hecho más de 700 estudios de campo desde 1963, concluyendo que en las crisis nunca reina el caos, al contrario: el altruismo excede enormemente los casos de vandalismo o saqueo. Durante las crisis caen todos los índices de criminalidad.
Cuando se produce una crisis el ser humano actúa de forma prosocial: ayudando a sus semejantes, ofreciendo lo que tiene, respondiendo con seguridad y calma. Sucedió en el Titanic, en las Torres Gemelas, en la inundación de Nueva Orleans en 2005, en los bombardeos de ciudades en la primera guerra mundial…
Además, desde numerosas disciplinas científicas (arqueología, antropología, sociología, psicología…) estamos llegando a la misma conclusión: el ser humano primitivo era mucho más sociable y pacífico de lo que pensamos.
Y esto es antes de que llegara la civilización para "poner orden". De hecho, los primeros esqueletos que muestran heridas producidas por armas son posteriores a la civilización: el ser humano primitivo no se mataba entre sí. La xenofobia y la guerra se inventaron cuando nos asentamos en una tierra y la reclamamos como nuestra.
Una de las hipótesis más importantes de la biología evolutiva actual es la de la "supervivencia del más sociable". Se piensa que el Homo sapiens fue el único de su género que sobrevivió a la última edad de hielo fue por su capacidad para cooperar.
Podríamos seguir y seguir, pero haría falta un post mucho más largo para resumir el libro de Bregman, que contiene cientos de investigaciones, anécdotas, historias, datos… cuestionando la creencia de que el ser humano es egoísta y malvado, una creencia demasiado asentada en nuestra psique y muy poco asentada en la realidad.
No es que el ser humano no sea capaz de hacer mucho daño. Somos más que conscientes de que en nosotros también está esa capacidad. No se trata de negar esto, sino de verlo en perspectiva: la mayoría de nosotros, la mayor parte del tiempo, estamos tratando de hacer el bien.
Las historias que nos contamos son tremendamente poderosas, pues determinan cómo actuamos en el mundo y cómo nos relacionamos con los demás. (En una newsletter anterior hablábamos también de esto).
Nos convertimos en lo que nos enseñan, en aquello a lo que estamos expuestos.
Es hora de que revisemos nuestras creencias y de que nos convirtamos en "idealistas".
O, mejor aún, en realistas, porque parece que la historia que nos han contado está bastante lejos de la realidad del ser humano.
Gracias por leernos.
Andreu y Marta
PD: Si te apetece seguir a unos creadores de contenido fantásticos y que están alineados con esta visión idealista/realista de la naturaleza humana, busca
en Substack o en su canal de Youtube.
Ojalá esta información llegue a más gente. De verdad hace mucha falta cambiar el concepto que tiene la gente. Cuántas veces he explicado la gran mentira de las okupaciones en España, cada vez que me dicen que se pueden meter en mi vivienda, aunque hay gente que está cerrada a creerlo y terminas por no seguir por no acabar con un enfrentamiento donde no va a ningún sitio.
Las personas somos mucho mejores de lo que nos pensamos, solo tenemos que creerlo.
Muchas gracias por todo❤️
¡Chicos, qué interesante! He reflexionado muchas veces sobre este tema. Me lo cuestiono mucho en relación a la educación, cuando veo a mis alumnxs y me doy cuenta que estaba muy equivocada con ciertas premisas preconcebidas. Voy a dar otro punto de vista, con el que he ido trabajando en terapia, y es que todo ser tiene su parte “oscura” (por ponerle un término), lo difícil es aceptar que eso convive contigo y darle un cauce para que no termine viajando por otros lares. En particular “el bien” y “el mal”, no me ha hecho comprender el mundo, pero entender que somos seres con instintos enquistados, en muchos casos, me hace comprender el “mal”. Y por supuesto lo cultural y contextual influye en todo y también en estos “instintos” de los que hablo.
Mando un abrazo grande ☺️