IFS es la psicología regenerativa que necesitamos
Internal Family Systems (Sistemas de Familia Interna) ha cambiado la manera en que nos relacionamos con nuestro interior y con los demás
Hace un par de meses descubrimos Internal Family Systems (IFS, "Sistemas de Familia Interna" en español) y ha supuesto toda una revolución. Te contamos cuáles son sus principios, cómo nos ha cambiado, y cómo podría cambiarte también a ti.
(Marta) Me había levantado de muy buen humor. Andreu decía que estaba radiante. Tenía ganas de ir a ver la furgo y aparcarla más cerca de casa (ya ves tú, qué planazo de domingo por la mañana, pero es que acabamos de comprárnosla y estamos muy ilusionados). El caso es que estaba muy contenta, sin motivo, y todo me parecía bien.
Después de acercar la furgo a casa, nos fuimos a tomar un chocolate caliente, como hacemos de vez en cuando los días de fiesta. Iba a ser un día genial, tenía muchas ganas de charlar con Andreu, ir a comprar cosas que nos hacían falta en el bazar chino y hacer otras tareas que, a priori, no suelen despertar ningún entusiasmo en la mayoría de personas.
(Lo que no hace más que confirmar que lo de "ahí fuera" es secundario a la actitud con que vayas; incluso planazos como un crucero por el Caribe o un festival de tu música preferida se pueden agriar fácilmente si toma el control una parte de nosotros que no está "por la labor").
El caso es que todo iba bien hasta que nos sentamos en la mesa y estuvimos esperando al chocolate. Mientras llegaba, Andreu se puso con el móvil a mirar cosas para la furgo (aceites, descongelante, borriquetas…). Estuvo un rato distraído, y yo esperando a que volviera de su ensimismamiento, esperando a que me prestara atención. Quizá no esperé mucho rato, pero a mí se me hizo larguísimo.
Noté que algo se activó en mi cuerpo. Dije, con suavidad pero sin poder ocultar la frustración, que me gustaría que me hiciera caso. Que para algo íbamos a un café a tomar algo juntos. Juntos, no cada uno con su móvil.
No era la primera vez que teníamos esa conversación; de hecho, la habíamos tenido muchas veces a lo largo de los ocho años que llevamos juntos. Habíamos intercambiado expectativas, sentimientos, opiniones, necesidades; habíamos prometido estar más presentes y ser menos reactivos; habíamos llegado a cierta comprensión el uno del otro… Pero seguía sucediendo. No tanto como antes, pero seguía pasando. Mi parte que busca atención no estaba satisfecha.
Hubo el breve intercambio de siempre, en el que Andreu me expresaba que se sentía también frustrado por tener que estar al 100% todo el tiempo. Lo entendí. Él me entendió. Pero la alegría se había ido.
Lo sentí claramente en el cuerpo, particularmente en la cara. La parte derecha de mi cara se tensó. Me asomó una sonrisa, pero era una sonrisa falsa que intentaba conciliar y mantener la distancia emocional. Aunque hubiéramos hablado y entendido nuestras respectivas posturas, la rigidez seguía. Sabía que esa rigidez me iba a acompañar un buen rato. Esa rigidez desplazaba a la alegría natural, inocente, con la que me había levantado.
¿Qué estaba pasando?
IFS me ha dado las palabras para hablar de ello: una parte protectora había tomado el control.
Había una parte de mí que se ponía a la defensiva, distante aunque externamente amable, incluso sonriente. Esa parte sentía que tenía que protegerme, por eso desplazaba a mi Yo auténtico.
Mientras nos tomábamos el chocolate en silencio, llevé la atención a esa parte, que se aloja en el lado derecho de mi cara. Simplemente la sentí. La vi como algo externo, como una media máscara de porcelana. Pero era parte de mí, no algo que tuviera que rechazar. Sabía que actuaba en mi nombre y por mi bien, aunque sus acciones me alejaran de los demás, y en especial de Andreu.
Simplemente respiré, llevando mi atención a esa parte. Decidí que no iba a dejar que tomara el control de mí, que no era necesario que lo hiciera. Estaba a salvo, podía descansar. Le agradecía el trabajo que hacía por mí, pero no tenía que hacerlo todo el tiempo. No tenía por qué aparentar que todo estaba bien. Podíamos estar simplemente allí tomando nuestro chocolate en silencio.
Al cabo de unos minutos, Andreu dijo algo que era gracioso, y a mí me salió la sonrisa naturalmente. La alegría empezó a volver poco a poco. Cuando terminamos nuestro chocolate me dijo que volvía a estar radiante, como esta mañana.
Pensamos que somos una personalidad única e indivisible. Compleja, con conflictos internos, ingobernable tal vez, incomprensible muchas veces.
Pero algunas ramas de la psicología moderna, y en particular IFS, nos muestran que en realidad somos muchas personalidades, somos todo un sistema interrelacionado. Y, en la mayoría de las personas (como en muchas familias), un sistema desequilibrado.
Hay partes de nosotros que toman un rol protector y otras que están en la sombra, exiliadas, porque los traumas que guardan amenazan con abrumarnos emocionalmente.
Todos hemos sufrido algún trauma en nuestra vida. Viviendo en la sociedad en la que vivimos es inevitable. La infancia es un momento crítico en el que somos más vulnerables, no hemos desarrollado aún herramientas para gestionar nuestras emociones ni para protegernos, por lo que la mayoría de los traumas vienen de esta época. (Incluso si no nos ha pasado nada "traumático", también cosas relativamente pequeñas pueden herir a los niños, que son muy sensibles).
Casi todo el mundo hemos oído hablar del niño interior y cómo lo hemos apartado, olvidado o reprimido. Pero no es solo el niño interior el que está dentro, sino que hay todo un elenco de actores (IFS las llama "partes") que trabajan para protegerlo y protegernos. Los protectores toman sus roles en el momento en que se produce el trauma o traumas, a menudo imitando los roles que había en nuestra familia externa (podemos tener un crítico interior que suena igual que nuestra abuela, por ejemplo).
Los protectores son básicamente de dos tipos. Los "supervisores", por un lado, actúan organizando al detalle nuestra vida para evitarnos todas las situaciones que puedan activarnos emocionalmente. Son los que intentan tenerlo todo ordenado y bajo control, los orientados a completar tareas y lograr objetivos, los que buscan la aprobación y el amor de los demás, los que nos critican o nos hacen sentir miedo para que no tomemos riesgos, los que nos insensibilizan…
El otro tipo de protectores en IFS se llaman "bomberos", porque actúan de urgencia cuando las emociones soterradas están empezando a salir a la luz. Son impulsivos y no piensan en las consecuencias para nosotros o para los demás. Suelen utilizar sustancias o comportamientos que nos distraen y nos hacen sentir bien a corto plazo pero nos dañan a largo plazo (drogas, alcohol, tabaco, trabajar en exceso, insultos, agresividad…).
Desde la perspectiva de IFS, las adicciones se entienden como un conflicto entre una parte de nosotros que intenta reprimir algo y otra que se entrega impulsivamente a la conducta adictiva. Ambas partes están buscando protegernos de un dolor, pero cada una tiene una idea muy diferente de cómo hacerlo, y en su lucha interna todos salen perjudicados.
Cuando entendemos las relaciones de las distintas partes dentro del sistema, honramos el trabajo que hacen por nosotros y rescatamos a los exiliados que se han quedado atascados en épocas traumáticas de nuestra vida, el sistema vuelve al equilibrio.
IFS como terapia empezó en los años 80 de la mano de Richard Schwartz, un terapeuta familiar que estaba intentando ayudar a niños con bulimia y a sus familias utilizando las técnicas habituales de terapia familiar, sin éxito. Entonces empezó a probar otros abordajes. Como sabía muy poco de psicología individual, en las entrevistas con los niños tenía la mente muy abierta a lo que decían, tratando de entender lo que pasaba en su interior.
Los niños invariablemente le hablaban de partes de sí mismos que tiraban de ellos en direcciones opuestas. Muchos tenían un crítico interior que los machacaba por su aspecto físico y falta de fuerza de voluntad, y otra parte que comía compulsivamente cuando no podía sostener más el dolor de la autocrítica. Aquellas dos partes en conflicto los hacían caer en una espiral autodestructiva que podía durar días, semanas o meses.
Schwartz intentaba convencer a la parte que se daba el atracón de que parara, intentaba llegar a acuerdos con ella, amenazarla… pero nada servía. De hecho, hubo un caso particularmente difícil de una adolescente cuyo protector la hacía autolesionarse. Después de una larga sesión discutiendo con esa parte, Schwartz consiguió arrancarle la promesa de que no iba a hacer más daño a la chica, pero cuando volvió a la semana siguiente, para desesperación de Schwartz, la chica traía un terrible corte en la cara autoinfligido.
Cuando Schwartz le dijo que se rendía, que no podía vencerla, aquella parte le contestó que no quería vencerle. Lo único que quería era proteger a la niña.
La protegía cortándola porque había aprendido a hacerlo cuando era muy pequeña. En aquella época, cuando tenía una rabieta, su padre le pegaba, así que aprendió a cortarse para gestionar la rabia y que no se mostrara externamente. Así que cuando la adolescente sentía una rabia que amenazaba con desbordarse, aquella parte intervenía haciendo lo que había aprendido a hacer. Estaba atascada en el tiempo.
Después de trabajar con el trauma y la niña interior herida de esa chica, sus protectores pudieron relajarse y soltar sus comportamientos destructivos y empezar a cumplir otras funciones más positivas.
Pero el descubrimiento más interesante de IFS no es este.
Lo más interesante que descubrió Schwartz es que, además de esas partes, había algo que los pacientes identificaban como ellos mismos, diciendo algo como "no está hablando una parte, soy Yo".
Esto se corresponde con las enseñanzas de la mayoría de tradiciones espirituales del mundo. A lo que estas tradiciones llaman la esencia, Yo superior, conciencia prístina… es lo que Schwartz encontraba, invariablemente, en todas las personas con las que trabajaba, sin importar lo dañadas que estuvieran.
La personalidad podía acumular muchos traumas y defensas, pero el Ser no podía ser dañado de ninguna forma ni desaparecer por completo.
El Ser estaba presente incluso en aquellas personas que habían sido dañadas de maneras terribles, y también en las que habían hecho a otros un daño atroz.
Detrás de actos terribles de personas etiquetadas como narcisistas o sociópatas no había una maldad intrínseca, sino un sistema profundamente perturbado y protectores que hacían daño a los demás para protegerse a sí mismos.
En estas personas llevaba más tiempo acceder a él y que el sistema interno confiara en su liderazgo, pero cuando por fin abría camino hasta él, el Ser estaba ahí, perfecto y sin mácula.
El Ser, en todas las personas, se caracteriza por poseer las 8 Cs, cualidades como la compasión, confianza, curiosidad, conexión, claridad, calma, creatividad, coraje.
El objetivo de la terapia de IFS es devolver al Ser al lugar que le corresponde, como capitán del barco que es nuestra vida. La mayoría de nosotros estamos a merced de lo que las distintas partes quieren de un momento al siguiente, llevadas por patrones conductuales, reacciones instintivas y conflictos internos. Nos identificamos con las partes que toman el control y dejamos que nos arrastren. Vivimos en una constante incoherencia y reactividad.
IFS nos recuerda que detrás de nuestros actos dañinos hay partes que se protegen. Nos ayuda a desapegarnos de ellas y a encarnar cada vez más nuestro Ser.
Con el budismo descubrimos que no somos nuestro Ego o personalidad, pero IFS nos ha dado las herramientas para entender mejor esa personalidad o personalidades, la naturaleza múltiple de la mente y que el objetivo de las partes que nos conforman es, ante todo, protegernos. Nos está ayudando a verlas con amor y compasión y a ponerles límites saludables. A liberarlas de sus cargas y a cuidar de ellas.
(Marta) La parte que se apoderó de mí esa mañana tomando un chocolate es una que cree que necesita ponerse rígida, fría y distante, aparentando que todo está bien, para que no le hagan más daño. Cuando la observé y no dejé que tomara el control, cuando la traté con amor y respeto, se retiró y pude volver a mi Ser.
Aprender cómo se manifiestan nuestras partes, qué actitudes tienen, dónde se alojan en el cuerpo… es una de las cosas más transformadoras que hemos hecho en mucho tiempo.
Estas partes, además, se manifiestan físicamente. Podemos saber cuándo una parte ha tomado el control si escuchamos a nuestro cuerpo. Quizá notemos una opresión, una rigidez, un dolor, una presencia… dentro o alrededor del cuerpo. Si llevamos la atención hacia esa sensación física, puede que "oigamos" a esa parte y descubramos sus pensamientos y emociones. Podemos empezar a relacionarnos con ella en lugar de identificarnos completamente y dejar que tome el control.
Ahora, cuando nos enfadamos o nos sentimos dolidos, miramos dentro y sabemos que no todo yo estoy dolido, es solo una parte. Una parte que recuerda algo que le ha pasado cuando era más pequeña y vulnerable, y que lo que más necesita es el cuidado y el amor de nuestro Ser.
(Lo que no significa que tengamos que tolerar que otros tengan conductas inaceptables. Conectar con nuestro Ser nos lleva a ser más asertivos con lo que queremos y lo que no en nuestra vida).
IFS nos aporta una visión regenerativa del ser humano. El ser humano no es malvado, ni siquiera algunas personas lo son. La esencia del ser humano, su Ser, es igual en todos y es accesible para todos. Puede llevar más o menos tiempo acceder a él, pero está ahí, incluso en personas que han participado en actos terribles.
Eso es lo que hace posible las historias de redención que suceden todos los días. Antiguos soldados que se vuelven activistas por la paz, empresarios explotadores que se vuelven filántropos, trabajadores de matadero que crean santuarios para animales… Eso es el Ser manifestándose.
Nuestra labor regenerativa para con las personas es verlas como el Ser que son, no como los protectores destructivos que han desarrollado, para facilitar que ese Ser salga a la luz.
Es lo más urgente que necesita el planeta en estos momentos. La regeneración de los ecosistemas va de la mano de la regeneración de las personas. Cuidemos de nuestro ecosistema interior y ayudemos a que los demás descubran y cuiden el suyo.
Gracias por leernos.
Un abrazo,
Andreu y Marta
PD: Si quieres descubrir más sobre IFS, te recomendamos empezar por el libro No hay partes malas. Si te apetece seguir profundizando, también puedes encontrar traducido al castellano el manual Terapia de Sistemas de Familia Interna.