La agricultura sintrópica nos ha explotado la cabeza
Por qué creemos que es fundamental para revertir el cambio climático
Si ya la permacultura nos rompió los esquemas, la agricultura sintrópica nos los ha desintegrado por completo. Para bien.
Uno de esos esquemas que teníamos bien colocado y ordenadito en la cabeza era la idea de que el ser humano debería intervenir poco sobre el ecosistema, ya que la naturaleza virgen es lo ideal. Cuanto menos toquemos, mejor.
Pues resulta que hay algo aún mejor que la naturaleza virgen: la naturaleza manejada con sabiduría, la sabiduría que ya tenían nuestros antepasados remotos.
La naturaleza es capaz de regenerarse por sí sola. Cualquiera que haya visitado un terreno que lleva décadas sin trabajarse (una casa en ruinas en el monte, un polígono industrial abandonado…) habrá descubierto que el bosque vuelve por sí mismo, tarde o temprano. Sin embargo, estos procesos pueden llevar mucho tiempo. Si actuamos en el momento adecuado, podemos acelerarlos enormemente.
La naturaleza tiende a acumular energía y a complejizarse cada vez más. Esto es a lo que se llama sintropía, como opuesto a la entropía y pérdida de energía de nuestros sistemas actuales.
Un terreno degradado es un terreno donde hay pocas especies y en poca cantidad. Un terreno abundante, como el de un bosque clímax, tiene una vastísima red de especies en simbiosis y cooperación. Cada especie cumple una serie de funciones (aportar materia orgánica, descompactar el suelo, descomponer, regular el crecimiento de otras…). Sin una función, la especie desaparece.
Los seres humanos también cumplimos una función en este ecosistema. No se trata de que la naturaleza vaya por un lado y nosotros por otro, ni de que la naturaleza nos proporcione recursos a cambio de nada.
Nuestra función óptima es la de ser jardineros. Propiciadores de la vida. Guardianes de la Tierra.
Tenemos el potencial de hacerlo mejor que cualquier otra especie, porque podemos observar, comprender y actuar con sabiduría.
Eso es lo que hizo Ernst Götsch, el padre de la agricultura sintrópica. Götsch había estado trabajando en un laboratorio “mejorando” la genética de las plantas, hasta que empezó a cuestionar la necesidad de todo aquello. “¿No obtendríamos mejores resultados si buscásemos maneras de cultivar que favorecieran el desarrollo de las plantas, en lugar de crear genotipos que apoyen las malas condiciones que les imponemos?”
A partir de ahí empezó a hacerse muchas otras preguntas clave: ¿Qué quiere ser la naturaleza? ¿Qué quiere la vida? ¿Cómo podemos ser seres bienvenidos por el planeta?
Lo que quiere la vida es ser cada vez más abundante y expresar su máximo potencial. La bellota tiende hacia ser un roble, todo lo grande que pueda; el ciervo, a desarrollar la cornamenta más grande y bonita; el bosque, a extenderse y albergar más y más diversidad.
Nuestra presencia es bienvenida cuando vamos a favor de los procesos de la vida.
Después de varios años de experimentación en diferentes proyectos, en 1982 Götsch implementó un sistema de agroforestería en Brasil, Bahía. La finca tenía 480 hectáreas y era un terreno de pastoreo prácticamente sin árboles.
En cuarenta años consiguió algo que nadie podía imaginar: convertir una tierra baldía en una jungla altamente productiva, que vista desde arriba no se distingue de una jungla virgen. De la Fazenda Olhos d'Água sale uno de los mejores cacaos del mundo y toneladas de muchos otros alimentos.
No solo eso. "El agua se planta", es decir, las plantas atraen el agua, mientras mas plantas más agua entrará en el sistema
Su finca ha logrado crear un microclima que atrae la lluvia y mejora las condiciones de toda la región. Alrededor de la finca están regenerándose los terrenos y expandiéndose la vegetación, sin necesidad de intervención humana. (Muy recomendado: vídeo Vida en Sintropía (15 min, subtítulos disponibles en español), para alucinar con el proyecto)
El ser humano puede "sumar y no restar", como decía Miguel.
Miguel Llorente (@miguel_angel_llorente_medina) y Aitana Salgado (@finca.petirrojo) han sido nuestros iniciadores en este fascinante mundo de la sintropía.
Acabamos de venir de un curso de sistemas agroforestales sucesionales en la Finca Petirrojo (Collado de la Vera, Cáceres) y estamos aún intentando colocar todos estos nuevos esquemas que nos han regalado. Y dejando espacio para el desconocimiento y la incertidumbre, para la mente de ese principiante que no dejamos de ser nunca.
¿Cuáles son los principios para que haya vida? ¿Y para que haya muerte?
Estas eran otras preguntas que se hacía Götsch, lo que le llevó a los siguientes principios que promueven la vida: cooperación, interacción positiva, flujo, amor incondicional.
El principio de la cooperación nos dice que el planeta es un macroorganismo y que todos los seres que forman parte de él cooperan en beneficio del todo. No hay competición fría. Visto a gran escala, el sistema favorece la regulación de la vida en general.
Los depredadores están ahí para mantener los números de herbívoros bajo control, y se ha visto que la reintroducción de los depredadores nativos, como el lobo, el oso o el lince, tiene un gran impacto positivo en la salud del ecosistema.
El principio de la interacción positiva nos indica que todo lo que sucede en el sistema es a favor de la vida (aunque de primeras no lo veamos así). Las plagas y enfermedades, tanto en nuestro cuerpo como en la naturaleza, no son la causa, sino el síntoma de un desequilibrio, de que algo no está bien.
Tenemos ríos cubiertos de algas y plantas acuáticas como el camalote, que hemos calificado como una de las 100 especies invasoras más peligrosas del mundo. Pero el camalote solo prolifera cuando hay exceso de nitratos, que son una consecuencia de los químicos que usa la agricultura convencional. El camalote capta sedimentos y materia orgánica en el agua, filtrándola y manteniéndola limpia. Pero confundimos causa con consecuencia y aliado con enemigo y tratamos de eliminarlo.
La agricultura sintrópica dice que las plagas y enfermedades son "agentes de optimización de los procesos de la vida". Si restauramos el equilibrio, las plagas se irán.
El principio del flujo nos enseña que todo está en constante movimiento. Lo que nace, muere, dejando paso a la vida siguiente en la línea de sucesión.
También nosotros ocupamos un lugar y también nosotros moriremos. Ojalá que nuestra existencia haya estado a favor de la vida, y que nuestra muerte también lo esté (nos encanta el concepto de compostar nuestro cuerpo cuando ya no estemos aquí, como los ataúdes de hongos, una buena forma de reintegrarnos en el ciclo natural).
El principio del amor incondicional nos dice que el amor da sin esperar recibir nada a cambio. Las bacterias del suelo no hacen una subasta para ver qué planta les ofrece más glucosa a cambio de sus nutrientes; simplemente dan lo que tienen. Los hongos que se asocian con los árboles no esperan a que les llegue el carbono para intercambiarlo por sus minerales. El sol y el agua no nos piden nada a cambio de sus regalos.
Puede que pienses que el amor, la capacidad de cooperar o la inteligencia son cualidades humanas, que en la Tierra todo sucede a causa de unos procesos mecánicos y no hay una conciencia global, ni mucho menos una conciencia amorosa (¿si no por qué habría tantos desastres naturales y virus?).
No vamos a intentar probar lo contrario.
Charles Eisenstein dice que creer en la inteligencia innata de la vida es una elección, igual que creer en su mecanicismo.
Cada uno de nosotros decidimos qué historia creer y basamos (inconscientemente) nuestro comportamiento en ella. La creencia de que no hay otra inteligencia que la humana y que la naturaleza es solo un recurso a explotar es lo que nos ha traído hasta donde estamos ahora, al borde del colapso. Quizá necesitemos una nueva historia. (En próximas newsletters hablaremos de ello).
La sintropía se opone a la entropía, que es la pérdida de energía y la simplificación. Busca imitar a la naturaleza y aplicar sus principios para acumular cada vez más energía y complejizarse más y más.
¿Cómo lo hace?
Plantando en muy alta densidad, asociando especies que se dan bien juntas y maximizando la fotosíntesis. Un suelo desnudo es una herida abierta.
Introduciendo no solo especies de huerta sino también de bosque, como chopos, eucaliptos, fresnos… Alta diversidad y múltiples funciones.
Llenando todos los estratos, desde los árboles más altos (emergentes) hasta las plantas rastreras: en un bosque clímax todas conviven armoniosamente.
Mejorando el suelo. Los microorganismos son la base de la fertilidad, y esos microorganismos mueren cuando introducimos químicos, y vive cuando tiene un refugio del sol, humedad, materia orgánica y plantas con las que aliarse.
Haciendo un manejo inteligente. Podando y segando en los momentos adecuados podemos maximizar el aporte de energía al sistema. A los diez años de trabajar en su finca, Götsch sufrió un huracán que arrasó con muchísimos de sus árboles. Pensó que iba a ser una catástrofe para la producción, pero en unos meses vio que en la zona del “desastre” los frutos se multiplicaron y que los árboles rebrotaban con más vigor todavía. La “leyenda” dice que después de ver aquello, se compró una motosierra. A partir de entonces las podas pasaron a ser parte de su estrategia.
Reduciendo los insumos externos (como el compost) al mínimo, porque el propio sistema llega a producir todo lo que necesita y más. (Aunque al principio de establecer un proyecto acelerará el proceso aportar fertilidad con un buen compost, pero el objetivo es que al cabo de unos años el sistema genere su propia materia orgánica).
"El insumo más importante es el conocimiento", dice la agricultura sintrópica.
Y es verdad, porque hay que saber mucho y hay mucho que saber. La vida es vasta, enormemente compleja y fascinante. La agricultura sintrópica no lleva mucho tiempo y hay cientos de experimentos en ella por todo el mundo, probando diferentes estrategias y recabando información, pero aun con lo relativamente poco que hay hecho, los resultados están siendo increíbles.
Para nosotros, que apenas hemos rozado la superficie, nos parece que va a descubrirse como una de las soluciones al cambio climático.
No necesitamos grandes tecnologías que secuestren carbono: las plantas son esas tecnologías. Y además atraen a la lluvia, aportan oxígeno, regulan la temperatura, reducen la contaminación, nos regalan comida y materias primas…
Los aprendizajes no se acaban con la sintropía. En los pocos días que hemos pasado con el grupo hemos descubierto un montón de personas maravillosas y llenas de saberes que compartían libremente (siguiendo el principio del amor incondicional).
Cada una de ellas con un proyecto, una finca, una idea, un anhelo… Todas ellas focos de "contagio" de este conocimiento que devuelve al ser humano su función óptima dentro del sistema.
Cuando realizamos nuestra función óptima, nuestro propósito de vida, somos realmente felices. Para Aitana, guardiana de la Finca Petirrojo, trabajar en su sistema no es "trabajar". Todos los días lleva a su hijo al cole y va a su finca a dedicarle su energía, todas las horas que tiene libres. Ver cómo la vida vuelve con fuerza (y sorprendente rapidez) a un terreno sobreexplotado le llena de placer. Para Miguel, compartir lo que sabe sobre sintropía y sobre alimentación con plantas resilientes (bellotas, aceitunas, fermentos…) es su función óptima y fuente inagotable de goce.
Nos volvemos a Valencia felices y llenos de ilusión, y con ganas de empezar una nueva etapa trabajando como voluntarios en fincas como la de Aitana (y, quién sabe, quizá también en la de Götsch en Brasil).
Gracias a Aitana y a Miguel, y gracias a todo el grupo. Nos habéis inspirado con vuestra sabiduría, buen humor, entusiasmo, esfuerzo… y con vuestra dedicación como guardianes de la Tierra, nuestra función óptima como seres humanos.
Y gracias a ti por leernos.
Un abrazo,
Andreu y Marta