No mires arriba, mira abajo | DANA 2024
La catástrofe de la DANA no ha sido por el "factor agua" sino por el "factor suelo".
En el Mediterráneo estamos acostumbrados al fenómeno de la DANA (o gota fría, como solía llamarse). Siempre decimos que en Valencia llueve cuatro o cinco veces al año, pero que cuando llueve, llueve bien.
Hace solo cinco años, en el 2019, las noticias hablaban de una DANA que había tenido un impacto "masivo" y "devastador". Se contabilizaron nueve fallecidos. En el 2020 hubo otra, en el 2021 otra… Ya sabéis la historia.
Que con el cambio climático estas tormentas se están volviendo más intensas y frecuentes es algo en lo que todo el mundo estamos de acuerdo. Pero si nos quedamos con que la causa es el cambio climático, parece que poco podemos hacer salvo intentar anticiparnos y cruzar los dedos para que este año no supere la catástrofe del anterior.
Sin embargo, la catástrofe no es a causa del cambio climático, no exclusivamente.
En el último siglo las inundaciones y los deslizamientos de tierra han aumentado en frecuencia diez veces más que otro tipo de desastres puramente climáticos (olas de calor, ciclones, huracanes, sequías…). ¿Por qué?
Porque en las inundaciones entra en juego el factor suelo.

Qué poca atención prestamos a los suelos. Estamos acostumbrados a andar por el campo y ver tierra desnuda, recién arada, entre hileras de naranjos u olivos o entre bancales de lechugas o tomates. Es el paisaje típico de nuestra tierra.
Pero que sea típico no significa que sea bueno, deseable ni sostenible. Esos suelos sin vegetación, sin vida, no solo necesitan químicos y labrado constante para producir, sino que además no retienen el agua.
Para que el agua se infiltre en el suelo necesita las raíces profundas de las plantas y materia orgánica que la absorba (y que la temperatura del suelo sea menor que la del agua que cae, pero no queremos ponernos técnicos). Si fallan estas cosas, en cuanto caen más de cuatro gotas, el terreno deja de absorber la lluvia y el agua empieza a correr libremente y arrastrar consigo la tierra, produciendo la erosión.
El río que se desbordó este fatídico 29 de octubre bajaba marrón porque traía toneladas de tierra arada de campos de cultivo. Algo que lleva pasando siglos y que está acabando con la fertilidad de nuestros campos.
Solo que cada vez pasa más y las consecuencias son peores, porque cada vez extendemos más las tierras de cultivo y aramos más profundo. También hay más explotaciones mineras y forestales, más infraestructuras y más edificios, asfalto y polígonos industriales: zonas impermeables con alta escorrentía superficial y menos suelo capaz de absorber el impacto de la lluvia.
A causa del cambio climático, el factor agua va a ser cada vez mayor, con lluvias más fuertes y frecuentes, y esto no es algo que podamos corregir a nivel regional, ni siquiera nacional. El cambio climático es un asunto global.
Pero el factor suelo sí que lo podemos corregir en una sola generación y atendiendo solo a nuestra propia cuenca hidrográfica.
¿Cómo? Siguiendo los pasos de la permacultura y la agricultura sintrópica. Pasando de un modelo agrícola que contribuye a la erosión y que tiene fecha de caducidad (los suelos se agotan tras unas décadas de arado y químicos) a un modelo a favor de la vida y que contribuye no solo a retener el suelo en caso de lluvia sino también a crear un suelo aún más fértil.
Cuando estuvimos en Galicia de voluntarios nos pilló una tormenta grande. No fue ni de lejos como esta DANA, pero sí que hubo lluvias intensas durante tres días y mucho viento, que partió algunos árboles. Con toda esa agua acumulada podría haber habido alguna inundación, pero eso no pasa casi nunca en el norte. Y es gracias a la vegetación. Incluso aunque muchos montes están pelados por la tala o los incendios, hay tanto verde alrededor y crece tan rápido que cuando llueve apenas hay escorrentía. Todo lo que llueve lo absorbe la tierra.
En la Estación Agroecológica de Vieiro esto era muy evidente. Jaime hacía mucho hincapié en echar restos de poda en los caminos, para que siempre hubiera materia orgánica que parara la lluvia y no se enfangara. Cuando llovía, aunque había mucha pendiente, no veías riachuelos ni agua estancada. La tierra absorbía y utilizaba el agua para crear más vida.
¿Os imagináis que pasara lo mismo en el Mediterráneo?
Evidentemente nuestro clima y vegetación no son iguales, pero sí que podemos transformar todos esos descampados y "desiertos de pinos" en tierra fértil y porosa, que absorba el agua de lluvia.
Ya hay gente haciéndolo en proyectos sintrópicos por todo el sureste de la península. Esperamos poder visitar algunos en cuanto las cosas estén mejor en Valencia y contaros lo que descubramos.
Así que, entre tanto, os invitamos a que miréis abajo. Observad el suelo de los campos y parques a vuestro alrededor. ¿Hay tierra desnuda alrededor de los árboles? Fijaos cuando llueve, cómo el agua se queda formando un charco o se escurre, pero no entra. Si veis "malas hierbas", fijaos en cómo se comporta el agua en esa zona. Muchas de las llamadas malas hierbas son las únicas que soportan las peores condiciones y con sus raíces profundas ayudan a retener el suelo y a abrir camino para que entre el agua.
Hay tantas perspectivas sobre esta catástrofe. Políticas, sociales, económicas, de infraestructuras, ecológicas… Todas ellas importantes para entender lo que ha pasado. La de la erosión es esa pieza del puzle que ni siquiera sabíamos que habíamos perdido pero que es fundamental para poder completar la imagen.
No podemos comprender la DANA 2024 sin tener en cuenta la erosión. Con suelos saludables, la cantidad de agua y de barro que bajan por los barrancos habría sido mucho menor. Con un caudal más pequeño, puede que los barrancos no se hubieran desbordado, incluso con los más de 600 litros por metro cuadrado que cayeron.
Así que juntemos todas las piezas del puzle. Busquemos soluciones a un sistema político que nos ha defraudado, pongamos por delante la prevención, sí, pero sobre todo, regeneremos. Regenerar el suelo no es solo una cuestión agrícola o ecológica, es también vital para la resiliencia de nuestras ciudades.
Gracias por leernos, y gracias por el apoyo de todos los que estáis ahí con Valencia, aportando materialmente y/o con el corazón. A pesar de todo el dolor, se siente muy esperanzador recibir ayuda y cariño desde todas partes de España y del mundo. Contrariamente a lo que nos quieren hacer creer algunos, hay mucho más que nos une de lo que nos separa. Gracias, gracias, gracias.
Marta y Andreu
PD: A nivel personal, seguimos en Valencia con la familia. Hasta que no estén mejor las cosas no nos planteamos volver a viajar. Tampoco podemos hacer mucho físicamente porque Andreu se lesionó el tobillo un día que estuvimos ayudando en Alfafar, pero bueno, por lo menos apoyamos moralmente. A nivel emocional, algunos días mejor que otros. Tristeza, rabia, frustración… como todos los valencianos. Intentamos no sobrecargarnos de vídeos ni de noticias, que solo hacen mala sangre. Meditamos mucho, rezamos y agradecemos cada día la suerte que tenemos.
Hola, chicas. Me sabe mal que estéis "confinadas" en Valencia, pero es lógico. Más aún si Andreu está lesionado.
A ver: hay un concepto, que se llama "Esperanza Radical", en el que me gustaría apoyarme para decir que si, que en un sistema capitalista brutal cabe algo sintropico ampliamente extendido.
Pero duele.
Un gran abrazo a todas.
Gracias chicos por vuestras entradas, nos alumbran mucho ✨🫶 os mando un abrazo grande