Estamos en Spirala Ecovillage, una ecoaldea en el centro-este de Portugal, trabajando como voluntarios en un proyecto de agricultura sintrópica que apenas acaba de empezar (y del que casi los que más sabemos somos nosotros). Acumulando muchos aprendizajes, como siempre, aunque no necesariamente de lo que esperábamos aprender. Ha terminado nuestra primera semana aquí, nos quedan otras dos.
Hemos constatado que una semana es suficiente para entrar en sintonía con un lugar, incluso cuando ese lugar y la gente que te encuentras en él no son lo que imaginabas.
Una semana es todo lo que se necesita.
En una semana has pasado por un primer periodo de desilusión (”Vaya, en instagram parecía que había más fiesta”), por un segundo periodo de comparación (”Aquí quedarían bien unas luces de neón, como las que tenían en TDF”) y un tercer periodo de adaptación (”Bueno, si no hay leche de coco, nos inventamos una crema con copos de avena triturados”).
Después de una semana, sin saber muy bien cómo, acabas tomando una onza (u onza y media) de chocolate aderezado con setas psicodélicas con los otros dos voluntarios. Los dos que quedan, Henry y Elien, porque Einav, que era la promotora de la experiencia y la proveedora del chocolate mágico, justo se iba ese día.
Apenas unas horas después de que se fuera, te sorprendes echando de menos la gracilidad de sus manos, que aleteaban al ritmo del psytrance más duro, que mezclaba ella misma con una sonrisa angelical. De alguna manera, te ha dado tiempo a recordar con añoranza cuando interrumpía una de las largas peroratas de Henry sobre las cámaras ocultas debajo de las Pirámides para preguntar qué desayuno comerías si solo pudieras escoger uno para toda tu vida. Y sus postres. Con los cuatro ingredientes de nuestra austera alacena y su alijo secreto de cacao inventaba unos postres increíbles. Al volver del viaje de setas casi esperábamos encontrarnos con sus powerballs de caco, plátano y avena. Einav, pronunciado como enough en inglés, y todos los chistes que hacíamos a su costa. No hemos tenido suficiente de Einav, ojalá se hubiera quedado un poquito más.
Einav nos dio las setas y se fue. Era lunes y decidimos que no íbamos a dejar que el chocolate se derritiera y formara una masa asquerosa, así que nos las tomamos inmediatamente. De setas un lunes, quién nos lo iba a decir. Y con dos desconocidos, o casi desconocidos.
Pero no se sentían desconocidos. En una semana puedes compenetrarte con alguien de forma asombrosa cuando trabajáis codo con codo, plantando, cocinando o montando sofás a partir de palets. O asistiendo a un curso básico de motosierra.
De la motosierra, directamente a meternos en el bosque entre risas. Todo era mágico y solo nosotros lo sabíamos, y eso nos hacía muchísima gracia. Andreu y Henry jugaban a lanzarse piñas, o “sintropizaban” el bosque, destruyendo todas las ramas muertas que encontraban a su paso. Andreu apodó a su arma el Acelerador de Procesos y Henry a la suya la Demoledora. Eran dos palos gordos, sin más. Mientras tanto, Marta se había metido en un árbol que había explotado de flores y se mecía con el zumbido de las abejas y Elien se había recostado al borde del camino, una pierna doblada sobre la otra, con las vacas mirándola de reojo.
Una semana ha sido suficiente para estar cómodos juntos porque nos hemos conocido intensamente. Henry nos ha compartido sus historias como chef de un restaurante de una estrella Michelín en Suiza, y sus enseñanzas de yoga, tantra y chikung. Elien nos ha confesado que ama la música pero hace años que no puede tocar, y ahora más recientemente ha muerto su perro, su amigo del alma, y le han diagnosticado a su padre una enfermedad terminal.
Cuando llegó a Spirala, Elien estaba frustrada y triste. No le habían dicho que la cena estaba incluida, así que la primera mañana estaba hambrienta y de un humor de perros. Su tienda de campaña tenía un agujero y le había entrado agua por la noche. Tenía la mandíbula tensa y un dolor de cabeza terrible. El lugar no era lo que esperaba (tampoco lo ha sido para nosotros), pero era justo lo que necesitaba (para nosotros también).
Después de unas sesiones de auriculopuntura y terapia con Marta y de masaje y ejercicios de respiración con Henry, se transformó completamente. Aquel lunes, recostada en el camino, con los pies en alto y descalza, tarareaba para sí misma un blues. La música estaba volviendo a ella.
¿Y Spirala? ¿Qué podemos contar de Spirala?
Spirala está situada en un lugar precioso, en medio de una dehesa que la vegetación ha reclamado para sí, con viñedos y campos de olivos y chumberas y un rincón en el extremo sureste con tres alcornoques centenarios, enormes, en los que anidan decenas de pájaros. Las vistas son a unas colinas verdes salpicadas de grandes rocas redondísimas, cubiertas de liquen y tan suaves a la vista como al tacto.
La casa es más modesta. Es una casa compartida que utilizan para sus reuniones y comidas comunales, pero la comunidad vive en caravanas dispersas por el terreno (no tienen permiso para construir nada más). La comunidad es exigua. Empezaron siendo veinte, hace cinco años, pero no sabemos cómo, el grupo inicial fue dispersándose y solo quedan dos. Los dos veteranos y sus familias. Hay un par de huéspedes de larga estancia, con niños, y otros dos chicos, Kim y Gilad, que llegaron hace un año y que están poniendo toda su energía para hacer avanzar el proyecto.
En breve tendrán la segunda edición del festival que organizan aquí, MudRe Terra. Con el festival esperan recuperar algo de la inversión e inyectar nueva energía en el espacio. Vendrán unos treinta voluntarios a ayudar a montarlo. No estarán Henry ni Elien.
Nuestro plan inicial era volver poco antes del festival, pero hemos cambiado de idea. Lo que habíamos venido a buscar aquí no lo hemos encontrado: una comunidad más establecida y dinámica y con la energía puesta en el proyecto regenerativo, un lugar al que volver una y otra vez a lo largo de los años y que esté en movimiento constante. La energía aquí se siente un poco estancada, incluso con el impulso de Kim y de Gilad, y todo se hace pesado y lento. La comunidad es maravillosa, pero echamos de menos más fuego.
El lugar es bellísimo. Naturaleza por todas partes y pájaros que no habíamos visto nunca. Un estanque que las lluvias han llenado hasta rebosar. Una pagoda de barro, de color rojo terracotta, con vistas al estanque y a la montaña. Un riachuelo al otro lado de la carretera. Una cocina al aire libre rodeada de mimosas de las que cuelgan racimos de flores amarillas.
Pero el lugar no es lo más importante. People before projects, era el lema de Mihal, uno de los tantos personajes que conocimos en TDF (quizá algún día os hablemos de él). Lo importante es la gente. Estar con tu gente, con la que vibras en sintonía. Gente con la que resuenas y que te amplifica. Y para encontrar a la gente correcta, nos hemos dado cuenta, hemos de conectar más y más con quienes nosotros somos en esencia, con nuestro propio fuego. Pero esto da para otra newsletter.
Una semana en Spirala. Nos encontramos a gusto. Disfrutamos de la compañía de las personas que el destino ha puesto en nuestro camino. Dos semanas más y nos iremos, a otros lugares, con otras personas, a seguir la búsqueda.
Gracias por leernos,
Andreu y Marta
PD. Estamos probando un nuevo formato de video, tomas cortas de 1 minuto cada día, decidnos que os parece!
"Priorízame, PRIORÍZAMEE!" 😂😂 Me ha gustado la frescura del formato del vídeo, y también me ha gustado veros. 😊