7 cosas que hemos aprendido en terapia de pareja (parte 1)
Ir a terapia juntos ha sido el mayor reto y el mejor regalo del último año.
Hoy en día que alguien vaya a terapia no levanta sospechas, e incluso se recibe con admiración (¡aleluya!), pero la terapia de pareja es otra cosa, o al menos eso nos lo parece a nosotros. Cuando comentamos con alguien que estamos haciendo terapia de pareja, surge una parte pequeñita y tímida que quiere justificarse: "Pero estamos bien, ¿eh?". Como si hubiera algo vergonzoso en reconocer que nuestro vínculo es un work in progress, constantemente reconstruyéndose en el proceso de resistir los tiras y aflojas de la vida.
Por eso lo comentamos, exponiéndonos a que piensen que detrás de esta fachada alegre y optimista que mostramos se esconden terribles monstruos. Pues sí, pero ni más ni menos monstruos que en la mayoría de relaciones, la verdad. Y ya va siendo hora de que se hable más de ello.
Así que hoy nos apetece compartir un poco de nuestra experiencia, por si pudiera inspirar a otras personas a mirarse dentro y mirar dentro de ese tercer ente que es la relación y que necesita tanto mimo como las personas individuales que la conforman.
Ahí van nuestros 7 aprendizajes en terapia de pareja:
1.
No hace falta estar mal para ir a terapia (de pareja o individual). De hecho, casi mejor si no lo estás. Hay profundidades a las que solo se puede llegar cuando están las aguas limpias y claras, no cuando hay turbiedad. Nosotros estábamos bien y, después de pasar un periodo tumultuoso de "¿Pero quién nos ha mandado abrir este melón?", seguimos estando bien.
Pero a lo que llamábamos antes "bien" es una pálida sombra de la relación que tenemos ahora, y el "bien" de ahora es una ínfima mota en el espacio que se abre ante ti cuando puedes ser, más y más, tú mismo.
2.
Hemos entendido que lo que uno dice y lo que el otro entiende pueden estar a años luz de distancia. Interpretamos la realidad en base a nuestras creencias, experiencias vitales, expectativas, traumas, cargas familiares y sociales… Y esa interpretación es tan personal que muchas veces el otro no tiene ni idea de cómo hemos llegado ahí.
Es como si a cada uno nos hubieran dado un mapa distinto de la realidad. El mío es topográfico y el tuyo es meteorológico, y además mi topografía señala accidentes geográficos que tú ni siquiera ves, y tu mapa meteorológico dice que caen rayos en lo que para mí es un cielo despejado. Imposible entenderse, hasta que le compartes al otro un pedacito de tu mapa.
3.
Y esa es una de las claves, compartir nuestros mapas. Con curiosidad, buscando comprendernos un poquito mejor, sabiendo que ni mi mapa es la realidad absoluta ni tampoco lo es el tuyo. Pero que no sea la realidad no significa que no duela. El precipicio que señala uno con ansiedad donde el otro ve un sólido puente y la borrasca emocional que siente el otro cuando uno está tomando el sol son muy reales.
Cuando el otro nos comparte por qué siente lo que siente, y cuando nosotros lo recibimos con compasión y curiosidad, escuchando profundamente, no podemos sino sentir mucho amor. "¿Esa es tu realidad? Ostras, lo siento, no sabía que cuando yo hago X tú recibes Y, y era todo lo contrario de lo que pretendía."
4.
Pero compartir el mapa no significa echárselo a la cara, furioso, señalando, "¿No ves que está ahí el p*** Cañón del Colorado?". A esto se le llama estar activado, triggered, enajenado, poseído, hecho un basilisco (aunque también nos activan emociones como la tristeza o la vergüenza). En términos de IFS, la terapia que hacemos, estar activado es estar bajo el control de una parte, generalmente un protector. Nuestra mente es múltiple, está compuesta de partes que cumplen diferentes funciones, y los protectores son partes que intentan prevenir que nos desborden las heridas emocionales o reaccionan fuertemente cuando se ha tocado una de estas heridas.
Lo mejor que podemos hacer cuando nos toma uno de esos protectores es, con tanta amabilidad como podamos (no va a ser fácil), decir que ahora mismo estamos activados y que nos hace falta un poco de tiempo para darnos la comprensión y el amor que necesitamos. En soledad, con nosotros mismos.
Esto no es lo mismo que salir por la puerta hechos una furia hasta que se nos pase y volver al cabo de unas horas haciendo como que no ha pasado nada. Eso es doloroso para la otra persona y, además, perdemos la valiosísima oportunidad que el conflicto nos brinda.
5.
Los conflictos son incómodos, y casi todos intentamos evitarlos por eso mismo y porque no tenemos herramientas para gestionarlos. Y a menudo cuando hemos intentando hacerlo en el pasado, como no sabíamos realmente lo que estaba pasando dentro de nosotros, acabábamos empeorando la situación aún más.
Opinión quizás impopular. Sabemos que nos vais a leer biólogos, químicos, físicos, matemáticos… pero sois un pequeño porcentaje de la población total y probablemente de nuestros lectores. Sin embargo, ¿cuántos de los que nos leéis vais a necesitar "herramientas blandas" de comunicación, inteligencia emocional, trabajo en grupo…? ¿El 99%? ¿El 100%? Sinceramente, nosotros ya no nos acordamos de casi nada de aquellas materias que con tanto fervor nos hicieron estudiar en la ESO, porque al cabo de unos años no las volvimos a usar. Sin embargo, si alguien hubiera enseñado a nuestra generación técnicas de resolución de conflictos, escucha activa, exploración interior… como las que hemos aprendido en terapia… Buah. No nos queremos ni imaginar. El mundo sería un lugar muy, muy distinto.
(Aunque quizá ya vaya a serlo: las generaciones que vienen tienen más recursos emocionales, como os contamos en Tolerar la incomodidad).
6.
Esas herramientas son súper importantes, pero lo más importante es reconocer y recordar que lo que en el otro nos hace daño son sus propios protectores. La mayoría de ataques que recibimos de los demás (por no decir todos) son, en realidad, una forma de defensa. Te critico para que no me critiques. Me alejo de ti porque pienso que no soy digno de amor. Te hablo mal porque creo que me estás juzgando. Me enfado cuando me interrumpes porque interpreto que no me estás respetando. Y así un largo etcétera.
En los casos más extremos, como son las conductas narcisistas (que por suerte no son nuestro caso), el otro intenta hacernos sentir inferiores porque es lo único que le hace sentirse bien a él, porque en lo más profundo se siente inferior a todo el mundo.
Esto no significa que tengamos que tolerar esas conductas y olvidarnos de nuestros límites. No, lo que significa es que podemos comprender mejor de dónde vienen, lo que siempre suaviza cómo nos sentimos nosotros, al margen de si queremos estar con una persona cuyos protectores nos están haciendo daño constantemente. Si es el caso, quizá puede ser un buen momento para iniciar un trabajo de terapia en pareja (o de alejarnos para el bien de los dos).
7.
Debajo de esos protectores que tienen conductas torpes y en algunos casos dañinas, hay niños vulnerables y heridos. Niños a los que a menudo cuesta mucho acceder, porque llevan décadas escondidos en las profundidades de nuestra psique, pero que cuando logramos hacerlo y restauramos su confianza en nosotros, nos traen enormes regalos.
¿Esa ilusión por vivir que parece que se pierde con la edad adulta? No es la edad adulta, es la pérdida de nuestros niños interiores, soterrados por traumas personales y heredados. Y eso es una buena noticia: esos niños pueden recuperarse. Cien por cien y sin ninguna duda. Con ellos vuelve la creatividad, la ilusión, la alegría. Te lo decimos porque lo hemos vivido en carne propia. (Y al mismo tiempo, aún notamos que nos quedan algunos niños interiores por rescatar).
Estos son algunos de los aprendizajes que nos llevamos de este último año de terapia de pareja con Internal Family Systems (IFS). Ha habido momentos difíciles de querer tirar la toalla y otros que se han sentido como un relámpago de clarividencia. Nos hemos abrumado con todo lo que había "mal", todos esos patrones arraigados de los que no éramos conscientes, esos "programas" en segundo plano que agotaban nuestra energía… Y nos hemos maravillado con la capacidad de sanación del ser humano. Nunca es tarde para viajar adentro. Y si lo hacemos acompañados de la persona que más queremos… Eso ya sí que es un regalo (aunque compartirle nuestras sombras es también la prueba más difícil).
Quizá algún día no sintamos ni una pizca de incomodidad al decir que hacemos terapia de pareja, del mismo modo que no la sentiríamos al decir “vamos al gimnasio”. Al final, estamos aprendiendo a amarnos mejor.
¿Qué te han parecido estos aprendizajes? ¿Hay alguno que te haya resonado más? ¿Podrías añadir alguno que hayas aprendido tú mismo/a? Te leemos!
Gracias por leernos,
Andreu y Marta
"¿Esa ilusión por vivir que parece que se pierde con la edad adulta? No es la edad adulta, es la pérdida de nuestros niños interiores, soterrados por traumas personales y heredados. Y eso es una buena noticia: esos niños pueden recuperarse. Cien por cien y sin ninguna duda."
PRECIOSOOOOOOO
Qué bonito aprender de lo que están aprendiendo y viviendo!!!🤍