Desde la semana de antes no estábamos seguros de querer ir, y cuando llegamos, algo en nosotros tenía muchas ganas de irse. Estábamos incómodos.
Veníamos de un lugar fantástico y con gente con la que conectamos enseguida. Aprendimos un montón de cosas y pudimos mantener cierta similitud con nuestra vida anterior fuera de las horas de trabajo. Y habíamos encontrado un par de lugares donde meditar a gusto, junto al río y fresquitos, un refugio del calor y de la gente. Estábamos tan a gusto que habríamos pagado por el voluntariado.
Pero sabíamos que esa no era la experiencia por la que habíamos dejado nuestro hogar. Una parte de nosotros se sentía incluso culpable de estar tan bien en Idanha.
Lo habíamos dejado todo para conocer comunidades, y aunque Purposeflow no era la idea que teníamos de comunidad, nos ha enseñado mucho, sobre todo de aquello que no sabíamos que teníamos que aprender.
Los primeros días fueron duros. A pesar de lo que pueda parecer por nuestros vídeos y lo que compartimos aquí, somos personas introvertidas y nos cuesta abrirnos a gente nueva. Y había mucha gente nueva de golpe y mucha información por asimilar: el proyecto, sistemas, roles, tareas individuales y comunitarias, espacios… y nuestro amigo el váter seco, que no nos convencía (el de Idanha era demasiado top).
Os dejamos aquí abajo el primer vídeo para que os hagáis a la idea de nuestra primera semana:
Hoy sentimos que ese video no le hace justicia al proyecto, pero queremos mantenerlo porque este blog va de nuestro aprendizaje personal, y parte del proceso de aprendizaje es transitar nuestros sentimientos y hacernos responsables de ellos. En ese momento estábamos frustrados porque nuestras expectativas no se alineaban con la realidad y porque nos resistíamos a la incomodidad que estábamos sintiendo.
Las cosas empezaron a cambiar cuando empezamos a tolerar la incomodidad.
En Idanha conectamos enseguida porque trabajamos junto con el equipo, día tras día. Conoces mucho a las personas por la manera en que trabajan. Aprecias su esfuerzo, su creatividad, su cuidado de los demás, su resistencia, sus límites. En Purposeflow el trabajo ha sido mucho más caótico. Nos dieron mucha libertad y responsabilidad y echamos de menos estructura y liderazgo. Cada cual se cogía o le era asignada una tarea y la hacía en las horas en que le parecía conveniente. Para nosotros la mañana era ideal, porque hacía mas fresquito, pero la mayoría hacían su trabajo por la tarde, así que nos resultaba difícil coordinarnos. En el equipo de jardín a Marta las voluntarias le consultaban cosas y ella, que apenas sabía un poco más de permacultura que ellas, se sentía incómoda tomando decisiones sobre qué plantar y dónde.
También fue incómodo el proceso de asignación de tareas. La energía de uno de los dos anfitriones (dueños del espacio) se sentía brusca y demasiado directa. Estabas por ahí a lo tuyo y de repente te venía con varias tareas de las que había pensado que podías encargarte tú, y a lo mejor eran cosas que no habías hecho nunca y no tenías ni idea de cómo hacer.
No era lo que esperábamos como voluntarios. Uno de nuestros objetivos era aprender de un proyecto establecido y de alguien que supiera más que nosotros, de ahí la incomodidad y también, por qué no decirlo, el enfado.
El enfado nace de las expectativas truncadas. Cuando soltamos nuestras expectativas, nos abrimos a lo que se nos está ofreciendo en ese momento. Y muchas veces lo que se nos ofrece es mucho más interesante y enriquecedor que lo que habíamos planificado.
Cuando dejamos de enfadarnos por no estar recibiendo formación, empezamos a darnos cuenta de que nuestra experiencia en Purposeflow no iba de eso.
Iba de la comunidad, y de aprender de las otras personas. Y a través de ellos, de nosotros.
A decir verdad, al principio también nos sentimos incómodos con la gente. No porque hubiera nada malo en la comunidad —al contrario, son fantásticos—, sino porque por muy "conscientes" y "abiertos" que nos consideremos, tenemos al menos diez años más que el resto de voluntarios e incluso que los anfitriones, y hay cosas que nos cuestan.
El nudismo es una de ellas (aunque sabíamos cuando empezamos el viaje que nos lo íbamos a encontrar). Otra es la manera de relacionarse.
Nos ha sorprendido que la edad no nos hace necesariamente más sabios. Hay habilidades que los veinteañeros tienen mucho más integradas que nosotros y eso ha sido una lección de humildad.
Una de esas habilidades es la intimidad emocional. Para la despedida de una de las voluntarias se propuso un círculo de afirmaciones. Un ejercicio sobre decir algo positivo de cada persona en el círculo. Marta no quiso hacer el ejercicio porque sentía mucho rechazo a la idea de recibir elogios, una parte de ella pensaba que serían mentira, superficialidades o percepciones erróneas de quien era ella en realidad. Andreu se intentó quedar un rato, pero después de la primera ronda sintió que era demasiado para él, aunque pudo ver el potencial de exponerte a la visión de los demás para salir de tus bucles y replantearte cómo te ves a ti mismo. Ojalá podamos sostenerlo la próxima vez.
Otra de esas habilidades es la comunicación consciente. En nuestras familias y círculos de amistades cuando surge un tema en el que estamos en desacuerdo acabamos a gritos o reprimiendo lo que pensamos para evitar el conflicto. Aquí no fue así.
Ged (nombre ficticio) estaba expresando que cierta figura pública, aunque cuestionable por su sexismo, estaba ofreciendo un modelo a los hombres jóvenes que se sentían perdidos. Tenar (también ficticio) se sintió muy dolida porque las ideas de hombres como esa figura pública habían influido en jóvenes a su alrededor que le hicieron mucho daño de adolescente. Tenar sintió que algo dentro de ella se estaba encendiendo y no quería expresarse desde ese dolor y reactividad y le dijo a Ged que se iba para cuidarse y poder tener la conversación más adelante en otros términos.
Más tarde aquella noche, durante el "foro de compartir mierda" (suena peor de lo que es), Tenar volvió a traer el tema y compartió por qué le había causado tanto dolor y por qué le hacía tener miedo de volver a conectar con hombres en su vida. Tenía una historia de trauma que no repetiremos aquí. Ged compartió que su intención no había sido hacerle daño y expresó que había partes dentro de él que sentían la necesidad de explicarse detalladamente, pero que sentía que esa no era la manera. Soltó la actitud defensiva y se abrió a recibir, y dijo estar abierto a cualquier conversación que quisiera tener más adelante.
Al compartir la "mierda" en círculo, todos nos beneficiamos de ello. La sanación fue colectiva. Sentimos fortalecerse nuestra fe en que los hombres y las mujeres estamos poco a poco volviendo a conectar y entendernos, a pesar de (o gracias a) nuestras heridas.
Fue incómodo para todos y también profundamente sanador. Damos las gracias por el valor de Tenar de traer a la comunidad algo que en la sociedad solemos sufrir en silencio, y damos las gracias a Ged por saber recibir las críticas con el corazón abierto.
La actitud defensiva es muy difícil de soltar. Nos endurece y parece que nos vuelve más resistentes, porque lo de fuera no penetra y por tanto no duele.
Nos arraigamos estrechamente como una planta a la tierra de su maceta, y cuando nos sacan de ella no queremos soltar ese puñado de tierra, aunque nos falten nutrientes y espacio para crecer. Ablandarse y estirar las raíces en nuevas direcciones es desconcertante, no sabes hacia donde ir ni lo que te vas a encontrar. Las macetas son reconfortantes; ser plantado directamente en la tierra asusta.
También nosotros nos sentíamos a la defensiva esa primera semana. No queríamos sacar las raíces del puñado de tierra que conocíamos, de las expectativas que teníamos de la experiencia. Poco a poco hemos ido explorando esta tierra nueva y desconocida, pero enormemente fértil. Nuevos lugares, nuevas energías, nuevas personas, nuevos aprendizajes…
Pero también viejos miedos e inseguridades. Esa es la mayor incomodidad. Darte cuenta de que aunque te vayas, sigues contigo mismo, y que las viejas heridas te acompañan. En otro artículo quizá nos extendamos sobre ellas; ahora todavía están demasiado tiernas.
Haciendo balance después de estas dos semanas en Purposeflow, podemos decir que la experiencia ha sido muy positiva. No pese a la incomodidad, sino con ella. Nos gustaría decir que "abrazándola", pero nos quedamos con "tolerándola". Sabiendo que donde estamos un poco incómodos es donde podemos aprender más.
Si te apetece escucharnos hablando de esto y nuestra última parada (Coimbra), te dejamos aquí nuestro último vlog.
Aunque estábamos muy bien en Purposeflow, decidimos irnos dos semanas antes de lo acordado. Después de un año muy intenso emocionalmente (dejamos la casa, la ciudad, los trabajos, nuestro entorno, familia y amigos y, lo más difícil, a los gatos), necesitamos descansar.
Nos habíamos propuesto saltar de proyecto en proyecto y sin apenas tiempo entre uno y otro, y eso no puede ser. Hay que tolerar y abrazar la incomodidad, pero necesitamos "tocar mare", que decimos en Valencia. Volver a la zona de confort para descansar y recuperarnos.
Esa zona de confort es nuestra furgo y nuestra intimidad. Un sitio tranquilo y no tener nada que hacer salvo calentarnos un bote de alubias para cenar.
Gracias por todo, Purposeflow. Nos habéis recibido en un momento difícil para nosotros y nos habéis enseñado mucho. La próxima vez que nos veamos quizá podamos abrirnos también a recibir en el círculo de afirmaciones e incluso hacer nudismo! (Andreu no está tan seguro de lo segundo).
Y gracias a ti por leernos,
Andreu y Marta
PD: Pippin apareció al cabo de una semana. Estaba paseándose por las casas de los vecinos, comiendo y recibiendo mimos de aquí y de allá. Y nosotros padeciendo… (Ahora entendemos un poco mejor a nuestras madres.)
Bonita reflexión chicos, me parece muy sabio que paréis ahora para “tocar mare” como decís. Lo que estáis haciendo es “duro” en el sentido del que habláis, la incomodidad de lo desconocido es continua y hay que darse el tiempo para aceptarla, abórdala y saber cuando merece pasarla o no.
Y no sabéis cuánto me alegro de que Pippin esté bien!!!!!
¡Os mando abrazo grande desde Japón!
Soltar las expectativas y abrirse a nuevas experiencias puede ser más enriquecedor que lo planificado inicialmente.
Gracias por compartirnos la experiencia.