El problema es la solución
La agricultura sintrópica necesita mucha “mano de obra”, pero ¿y si esto fuera algo bueno?
Una de las pegas que se le suelen poner a la agricultura sintrópica es que es difícil de mecanizar y por tanto necesita mucha mano de obra: personas que poden una por una las especies para biomasa, que arranquen o sieguen las hierbas y que cosechen dentro de la jungla en la que puede convertirse una línea agroforestal en la que conviven alcachofas, fresas, tagasastes, consueldas, sauces, amaranto, robles...
Pero ¿y si la necesidad de que hubiera personas trabajando manualmente en el campo no fuera un inconveniente?
¿Y si el problema fuera la solución, como dice una de las máximas de la permacultura?
Hace un par de semanas estuvimos en Finca Petirrojo en Cáceres, con Aitana Salgado, una de las pioneras de la agricultura sintrópica en España y nuestra primera maestra, junto con Miguel Llorente.
Aitana y David, su pareja, viven en una parcela de casi dos hectáreas y gestionan varias docenas de líneas sintrópicas de entre 14 y 19 metros. Ambos tienen otros trabajos convencionales lejos de allí. Aitana conduce dos horas cada día para ir y volver de un pueblo cercano y David curra en Madrid los fines de semana. Crían a un hijo, Diego, que tiene casi nueve (así que aún le falta para independizarse). La casa en la que viven está de reformas desde hace cinco años. Y cuidan de dos gatas: una con dermatitis y la otra que no para de reclamar mimos (para deleite de Marta).
Además de todo esto está el proyecto regenerativo, la recuperación de una tierra que llevaba treinta años explotada en un sistema de monocultivo de frambuesa intensivo, con todos los químicos imaginables, para transformarla en un sistema sintrópico de producción de flores. Sí, flores. Azucenas, dalias, zinnias, hisopos, malvas, salvias... Y muchas otras que no habíamos visto nunca y que les encantan a los insectos. Trabajamos rodeados del zumbido incesante de las abejas y otros polinizadores que no habíamos visto nunca.
El sistema agroforestal es exigente. Hay que manejarlo a mano, desherbando y podando, varias veces al año. Hay que sembrar, cosechar, acolchar, regar, desbrozar, introducir los plantones del invernadero, pensar o improvisar nuevos diseños…
Una locura para solo dos personas. Hacían falta manos, y nosotros aún tenemos mucho que aprender, así que fuimos una semana a ayudarles.
Es increíble lo rápido que avanzamos cuando somos muchos. Y lo ligero y ameno que se hace. Habíamos empezado siendo tres (Aitana, Andreu, Marta) y acabamos siendo cinco porque se nos sumaron dos amigos más.
Por coincidencias de la vida, uno de los chicos que conocimos en el curso de sintropía con Aitana hace año y medio, Alberto, justo pasaba por allí. El miércoles de esa semana les pilló a él y a su chico en la carretera volviendo Portugal, y Finca Petirrojo está a mitad camino entre el Rainbow Gathering, de donde venían, y su casa en Toledo.
Así que Alberto e Inti pasaron a saludar, y como suele pasar, se lio la cosa y nos tiramos día y medio manejando líneas y charlando, podando alcachofas y filosofando, metiendo zinnias y cosmos y dándole al chismorreo. Más diversidad y abundancia para la finca y también para nosotros, que nos nutríamos de las experiencias de Aitana, Alberto e Inti, y ellos de las nuestras en este viaje entre comunidades.
Dicen que hace falta mucha mano de obra para hacer agricultura sintrópica, que muchos proyectos que despegan como un cohete se lo deben, en parte, a los voluntarios, y hay algo de verdad en ello.
Pero ¿y si trabajar la tierra volviera a ser una fuente de placer y un punto de contacto para la comunidad? ¿Y si en vez de andar subidos a un tractor a tres metros sobre la tierra los agricultores volvieran a estar en contacto directo con ella, metiendo plantones, entutorando tomates, colocando acolchado?
¿Y si lo hiciéramos en comunidad, mientras hablamos, tarareamos una canción o permanecemos en silencio, disfrutando de la compañía mutua y de los cantos de las oropéndolas, golondrinas y cucos?
Hay muchas cosas que hemos entendido exactamente del revés. Por ejemplo, las plagas.
La agricultura sintrópica nos enseña que las plagas no son el problema. El problema es la falta de diversidad en los cultivos, el uso de químicos y el suelo degradado, casi muerto. En un sistema diverso y abundante las plagas no atacan, o como mucho se comen a algunos miembros más débiles del sistema.
Las plagas son atraídas por los aminoácidos y azúcares libres que segregan las plantas que están débiles (porque crecen demasiado deprisa para formar bien sus tejidos). Cuando una planta está sana, produce compuestos más complejos que no interesan a las plagas.
En un sistema convencional de monocultivo, todas las plantas son susceptibles de ser atacadas por plagas. Sin otras especies aliadas, sin un suelo fértil, sin fauna (macro y micro) que controle las poblaciones de depredadores… las plantas viven una vida frágil, enfermiza. Las plagas llegan para terminar con ellas y dejar espacio a nueva vida.
Las plagas son la solución de la naturaleza, no el problema.
¿Y si necesitar más mano de obra en el campo no fuera el problema sino la solución?
Solución a la separación entre los humanos y entre nosotros y la naturaleza. Esa separación que causa tantas enfermedades mentales y psicosomáticas, estrés, falta de propósito y de sentido, adicciones, apatía, cinismo, baja autoestima, soledad…
Ante todo esto, la sintropía nos propone volver a involucrarnos con la vida. Volver a tomar parte en el cuidado de los huertos y de los bosques (de las agroforestas), tal y como hacían nuestros ancestros. Volver a involucrarnos con nuestra comunidad, juntándonos para cultivar huertos que nos darán de comer a todos.
Es trabajo, sí, pero es un trabajo gozoso (tragozo, lo llaman algunos), que nos hace sentir mejor después de hacerlo. Nada que ver con estar en la oficina ocho horas frente a una pantalla.
Nos gusta imaginar un mundo con un 10 o un 20% de la población dedicada en mayor o menor medida a la agricultura. Obteniendo parte de su subsistencia e ingresos de sistemas agroforestales (frutas y hortalizas, conservas, mermeladas, maderas, cosméticos, flores…) y otra parte de otros trabajos creativos de muchas clases (muchos de ellos, trabajos que aún ni existen). Hace falta regeneración y creatividad en todas las áreas de nuestra sociedad.
Hace falta mucho trabajo al principio, pero cada vez hará falta menos. Cada año el sistema agroforestal no solo se mantiene sino que, si se hace bien, gana en abundancia y complejidad. Los avellanos, perales, manzanos… que plantamos hace cinco años empiezan a dar sombra y debajo de ellos deja de poder cultivarse el huerto, así que pasamos a otras líneas, nuevas líneas que irán regenerándose poco a poco y gracias a nuestra intervención. Cada vez más fertilidad y cada vez menos mantenimiento (los bosques se mantienen casi solos). Cada vez más regeneración y más comida.
¿Un sueño? Tal vez. Pero un sueño por el que vale la pena trabajar.
En cinco días de trabajo relajado sacamos adelante ocho líneas sintrópicas que necesitaban manejo intensivo (con alguna cagada que recordaremos toda la vida). Y lo celebramos (el trabajo, no tanto las cagadas) con curries, aceite y zumo de uva casero, majados de plantas silvestres, habas rehogadas con vino...; yendo a mojarnos los pies al río; charlando mientras pelábamos almendras; bebiendo infusiones y meditando bajo “el abuelo”, el roble anciano que cuida del lugar.
La sintropía nos enseña que las plantas se desarrollan más rápido y mejor juntas, en consorcios en los que cada especie aporta unos dones y talentos al sistema: protección del sol, atracción de polinizadores, captación de humedad, fijación de nitrógeno…
También nosotros, cuando nos juntamos, nos beneficiamos de los dones y talentos de los demás.
Hagamos sintropía allá donde vayamos.
Un abrazo y gracias por leernos,
Marta y Andreu
¡No entiendo nada de lo que contais. Me acabas de abrir un mundo! Y sobre todo me dais esperanza en que las cosas pueden cambiar.
Y ya lo de los Rainbow Gatherings me ha dejado loquísima.
Para los que no tenemos ni idea de agicultura sintrópica, ni siquiera sabemos plantar una patata ( y hasta los cactus se me mueren 😥 ) , ¿por dónde podemos empezar? ¿Cómo formarse en esto?
¡Me parece tan necesario lo que haceis!
No conocía el concepto de agricultura sintrópica. Me ha recordado a algunos proyectos de agricultura de conservación, aunque veo algunas diferencias, sobre todo respecto a lo que comentáis de la mano de obra. Muy interesante el enfoque: convertir esa necesidad en una oportunidad para regenerar no solo el suelo, sino también la comunidad.