Empezamos fuerte, cargando a toda prisa la furgo un jueves a las 7 de la mañana y descubriendo que una de las bolsas de plástico olía bastante mal. Mal, mal. A putrefacción. A cadáver.
Una ratita muerta, hecha un ovillo y todo pellejo sin sustancia. Muerta de hambre, suponemos, porque caería en la bolsa y no sabría salir. Llevaría ahí meses, desde Galicia, una de tantas a las que maldecíamos por sus correteos nocturnos que no nos dejaban dormir. Tristeza y grima a partes iguales cuando la sacamos de la bolsa, e intentar rescatar lo que había dentro y que podía lavarse; lo que no, a la basura. La mascara de dormir de Andreu, insalvable; el resto, por suerte, eran trapos sucios, cuerda y otros objetos misceláneos.
Lo siguiente fue la rueda de detrás, que se había desinflado un montón en una sola noche. Vete a tu mecánico de confianza a primera hora a ver si te coge. No te coge. Te recomienda otro a las afueras. Da vueltas por el pueblo a las 8 de la mañana con los atascos que se forman para ir a trabajar ahora que la DANA se ha llevado la mitad de los puentes. Este otro mecánico sí te coge, simpatiquísimo, aunque va a su ritmo. Es la válvula, nada complicado, nos ponemos en marcha con un poco de retraso y ya.
¿Señales de que deberíamos retrasar el viaje? Quizá, pero ya era tarde. Cuando se nos mete algo en la cabeza…
La siguiente señal fue la lluvia. Desoyendo las recomendaciones del padre de Marta, hemos salido en la que quizá sea una de las peores semanas del año. Dos borrascas seguidas que han traído mucha lluvia y frío y nosotros apretujados en una furgo en la que solo cabe una cama encima de cajas de fruta, envueltos en mantas y más mantas, desayunando, comiendo y cenando en los asientos de delante un selecto menú de hummus del Lidl con zanahorias a bocados (porque no encontrábamos el cuchillo), leche de avena fría y galletas de chocolate.
En realidad esto solo pasó un día, pero nos gusta darle un toque melodramático. Lo cierto es que la mayor parte del tiempo hemos estado acogidos en casas de amigos y visitando proyectos de agricultura regenerativa (lo que nos dejaba la lluvia).
Quizá sea por la época del año, pero hemos notado que esas dificultades externas que hemos vivido empezando otra vez nuestro viaje de voluntariado se repetían una y otra vez en las dificultades internas que nos compartían las personas con las que hemos convivido estos días.
En los últimos diez días hemos visitado dos proyectos de agricultura sintrópica y convivido con cinco personas diferentes. Todas ellas tenían en común el cansancio, la desilusión, la crisis…
La agricultura sintrópica es una pasada. Creemos fervientemente que es (una de las piezas clave de) el futuro. Pero está en sus primeras décadas y se enfrenta a muchos retos: legales, climáticos, sociales, económicos. (Si queréis saber más de sintrópica, escribimos sobre ella en Antes todo esto era bosque, Principios sintrópicos para la vida).
(De estos retos no se habla mucho en redes sociales, por eso estamos pensando en hacer unos vídeos al respecto y de paso revivir nuestro canal de permaturra, que lo tenemos un poco abandonado.)
Pero el cansancio y la desilusión de nuestros amigos no tenía solo que ver con la agricultura sintrópica. Varios de ellos estaban pasando por una etapa difícil con la pareja (o su idea de pareja), otros estaban cuestionando su sustento económico y otra de ellas acababa de toparse de bruces con la demoledora maquinaria del mundo de las ONG, perdiendo la financiación de un proyecto que llevaba siete años prestando ayuda sanitaria a miles de refugiados que llegaban a Grecia desde Siria, Turquía, Somalia y muchos otros lugares en crisis.
Muchas personas y una enseñanza común: el mundo está atravesando una época de muchas sombras, tanto a nivel individual como colectivo. Se nos pide que seamos capaces de mirarlas de frente. Que no las ignoremos pensando que no tienen nada que ver con nosotros (porque sí tienen) o que no podemos hacer nada (porque sí podemos: cada uno desde su esfera, sus dones y talentos, las causas que lo mueven por dentro). Que nos permitamos frustrarnos, enfadarnos, entristecernos. Que lloremos si hace falta.
Que salgamos ahí fuera aunque llueva y haga frío y tengamos una furgo chiquitita donde no podamos cocinarnos una rica comida casera.
Que hagamos las paces con esas sombras. Que no tengamos miedo. O, si lo tenemos, lo acojamos con amor y compasión. Que seamos optimistas, sí, pero no ingenuos: observemos las señales y pongamos límites a las personas que tienen malas intenciones. Pero que no caigamos tampoco en el cinismo: hay gente que hace cosas malas, sí, pero nadie es malo en esencia. Nadie está más allá de la redención (aunque quizá necesiten varias reencarnaciones para poder alcanzarla).
Algo que también se ha repetido estos días es el acompañamiento. Diferentes personas se han abierto a que exploráramos juntos las partes en conflicto dentro de ellas. Había mucho sufrimiento por situaciones que llevaban años enquistadas, pero también mucha apertura. La sombra estaba lista para que la vieran y la integraran. Nos hemos sentido súper agradecidos de poder ser testigos de toda la fuerza que había en esa sombra reprimida. De toda la luz.
¿Y si fuera así para todos nosotros ahora? ¿Y si todos los que nos sentimos deprimidos, frustrados, con las expectativas derrumbadas por proyectos que no funcionan como pensábamos, con dificultades de pareja o económicas… estuviéramos empezando a conocer nuestra sombra porque es ahora cuando estamos preparados para hacer las paces con ella?
No sabemos si será así a nivel general, pero sí que estamos seguros de que ha sido así con estas personas que nos han acogido tan amorosamente estos días de lluvia. Días de estufa de leña, de partir almendras y rajar bellotas para asarlas al fuego, de lentejas con tupinambo y chayote, y otras con miso, zanahoria y patata, de dejarnos mimar por los gatos, de compartir lo que surge con la oscuridad y el frío y la incertidumbre.
La lluvia nos ha fastidiado los planes, pero pensamos que tenía que ser así. En vez de pasar una semana trabajando en un proyecto sintrópico que nos hacía mucha ilusión, hemos dedicado este tiempo a la acción interior. Hemos compartido tiempo con nuestros amigos, acompañando sus partes más dolidas, frustradas, cansadas. Hemos visto brotar el germen de la resiliencia, la fuerza, la creatividad.
Algunas sombras son más largas que otras. Algunos amigos están pasando por la noche oscura del alma. Pero es en esa noche donde se ve (o al menos nosotros vemos) con más claridad su brillo.
“Ojalá pudiera mostrarte, cuando te sientes solo o en la oscuridad, la asombrosa luz de tu propio Ser”. (Hafiz)
“Quizá sean todos los dragones de nuestra vida princesas que solo esperan vernos alguna vez resplandecientes de belleza y valor. Quizá todo lo terrible no sea, en realidad, sino algo indefenso y desvalido, que nos pide auxilio y amparo”. (Rainer Maria Rilke, Cartas a un joven poeta)
La regeneración empieza dentro. Pero no se queda dentro. Es un círculo virtuoso, un ciclo de retroalimentación positiva en el que la acción interior nos da fuerza y claridad para actuar alineados ahí fuera, y lo que hacemos fuera alimenta también nuestro espacio interior.
Después de tanta lluvia, llegará el sol. Estamos en Traditional Dream Factory (Abela, Portugal), también con mucha lluvia, y agradecidos por ella. Los dos lagos artificiales que excavaron el año pasado se han llenado casi por completo. La lluvia alimenta la tierra y la vuelve fértil, aunque nos fastidie los planes de jugar fuera. La sombra tiene el mismo efecto dentro de nosotros, aunque cuando nos abruma sea difícil ver los dones que esconde.
Luces y sombras. Sol y lluvia. Acción exterior e interior en equilibrio. Esa es la clave del movimiento regenerativo que nos conducirá a ese mundo más bello que nuestro corazón sabe que es posible.
Gracias por leernos,
Andreu y Marta
Integrar las luces y las sombras es en lo que creo que consiste la vida . . por un lado es lo que hay y por otro es algo muy interesante . . todo tiene una cara y una cruz y el trabajo está en aprender a ver las dos caras...
Después de tanta lluvia el buen tiempo se disfruta con más alegría si cabe por mi parte . . espero que os encontréis mucho más a gusto ahora!
Un abrazo!
Qué buena entrada chicos. Fue un gusto veros. Me parece muy sabio ir haciendo según se vaya presentando la vida y los hechos. En esa “pérdida de control” estamos y es bonito (a su modo) vivirla 🌿💚