Tercera y última semana en la ecoaldea Spirala. En el día a día estamos haciendo muchas cosas. Tareas de mantenimiento y un poco de agricultura sintrópica: cortar palas de chumberas, cargar carretillas de compost, plantar remolachas, repicar albahacas, cortar y pelar mimosas como si no hubiera un mañana…
Hay momentos en los que pasan mil cosas y no damos abasto para contarlas. Y otros donde no pasa nada y, sin embargo, por dentro parece como si estuviéramos metidos en una lavadora centrifugando. Y nos cuesta saber qué contar y qué no. Nos cuesta saber qué somos.
Estamos atravesando una crisis de identidad. ¿Qué es Permaprendices? ¿Qué queremos transmitir? ¿Dónde queremos poner nuestra energía?
No teníamos muy claro qué ni cómo grabarnos y una amiga nos ha ofrecido hacer una asesoría con ella. Antes de hacerla, nos ha lanzado esas preguntas para que vayamos planteándonoslas. Las preguntas más básicas. Sin saber responderlas no vas a ningún sitio hoy en día. No hay público objetivo, no hay nicho que valga. No solucionamos ningún problema para nadie.
Lo cierto es que no tenemos respuestas. No todavía. Empezamos con la idea de documentar nuestro viaje. Hablar de permacultura, de regeneración, de vida en comunidad… Queríamos grabarnos explicando cómo es vivir en cada sitio, y nos hemos dado cuenta de que nuestra experiencia es muy sesgada y cambia casi de un día para otro.
Nuestra experiencia en Spirala no tiene nada que ver con la que tendrán las personas que estarán aquí el año que viene. Ni siquiera el mes que viene, cuando vendrán treinta voluntarios para ayudar a montar el festival y la energía será muy diferente.
Cuando escribimos o nos grabamos hablando de un lugar, estamos compartiendo lo que es ser nosotros, en este momento específico y en este lugar. Tu experiencia, si vinieras aquí, sería muy distinta a la nuestra.
Y no es solo por el lugar. Como contábamos en el post anterior, la gente es lo más importante. Nos hemos juntado un grupo de lo más raro. Eileen con su sonrisa de gato de Cheshire y "sí" entusiasta a todo lo que proponemos, sea música folklórica rusa, vino de bric, psicodélicos o tarta de zanahoria. Henry el maestro de tantra, chikung y repostería suiza. Nosotros, que a la mínima ocasión aprovechamos para sacar la mesa de mezclas o para irnos a podar al monte. Esta configuración específica de gente no se repetirá nunca y es lo que genera todos los aprendizajes, siempre inesperados.
Aprendizajes y sincronicidades. La poderosa sensación de que las cosas suceden de una manera determinada y en el momento justo. Como encontrarnos aquí con Henry, de entre todos los lugares donde podríamos estar nosotros y donde podría estar él. Sus enseñanzas de tantra y del cuerpo energético. Meditar en pareja, mirándonos a los ojos, y ver las vidas pasadas del otro: así, sin psicodélicos ni nada, solo con nuestra presencia. Descubrir la larga cadena de dolor de nuestros ancestros. Sentir que ese dolor (esas creencias, esos patrones, esa rabia) se acaban con nosotros. Estamos aquí para sanarlo, cueste lo que cueste.
"He dejado de intentar controlar mi vida". Los sueños de Henry le dicen dónde tiene que estar y cuándo marcharse y se deja llevar por ellos, y siempre aciertan.
A nosotros no nos guían nuestros sueños (al menos por ahora), pero sí que estamos aprendiendo a fluir con lo que sentimos que necesitamos hacer. Si algo no se siente maduro, no intentamos forzarlo. Si vemos una oportunidad inesperada, la aprovechamos. Como este aprendizaje privado de tantra. No como una curiosidad, sino genuinamente como un camino de transformación interior. No podemos compartir los particulares, pero nos está removiendo tanto que a veces no nos queda energía ni para siquiera pensar en grabarnos o escribir.
Otra bonita sincronicidad. En TDF conocimos a Zoe, una artista y escritora que pasó allí unos días como huésped. Le recomendó un libro a Marta, que le sirvió un montón para su escritura, y mantuvieron el contacto al irse. Cuando Marta le dijo que estábamos en Spirala, la casualidad quiso que Zoe se encontrara justo a 20 km de allí. Y la casualidad hizo que viniera a vernos con su chico, que fuera su aniversario ese día, y que Andreu estuviera pinchando drum&bass, que es la música con la que se conocieron y que les flipa. Éramos cuatro en la pista de baile, pero lo dimos todo. Después Marta le recomendó otro libro a Zoe, que también le ha servido para su propio proceso creativo.
Y así nos vamos entrelazando, unos con otros, en las vidas de los demás, aprendiendo de unos y de otros. Y de la naturaleza, de los sueños, del mundo imaginal. De lo visible y de lo invisible.
Quizá Permaprendices vaya de esto. Aprendizajes inesperados a los que no es fácil poner etiquetas. Nuestra experiencia cruda y sin refinar en un viaje que no sabemos a dónde nos llevará. (¿No es eso precisamente la vida?)
No sabemos qué va a ser de nosotros. No hay un modelo de negocio. No hay una estrategia. Y todo cambia cada semana. Lo único que podemos hacer, de momento, es esto: documentar lo que aprendemos, como venga, cuando venga.
Con honestidad. Con sentido. Y con la certeza de que incluso cuando parece que no hay nada que decir… ahí también hay algo.
Gracias por leernos. Os abrazamos desde la incertidumbre y esperando que nuestros sueños nos den alguna pista de lo que sigue.
Marta y Andreu
Yo secundo los comentarios de todos los compañeros. Aunque en principio no tengáis un nicho o un target hiperdefinido, a mí me encanta leeros. Sois un soplo de aire fresco. Y me parece que sois fieles al núcleo de lo que os propusisteis en un inicio: documentar vuestras experiencias. No veo que falte nada ahí... 😊
Tal vez vuestra "misión" es inspirar a otras personas...a dar a conocer otros mundos posibles, otras formas de vida posibles, cosa nada fácil en un mundo donde los medios de (in)comunicación nos imponen una única forma de vida, una única forma de pensar, unos únicos productos que consumir, una única creencia...todo ello de una forma monolítica.