Enamorados de Traditional Dream Factory (TDF)
Una ecoaldea en la que nos quedaríamos a vivir. Pero todavía es pronto para ello.
Love, love is a verb. Love is a doing word. ("El amor/amar es un verbo. El amor es una palabra de acción").
El amor surge rápidamente entre extraños cuando se dan las condiciones apropiadas. El amor florece en la acción.
Llevamos diez días en Traditional Dream Factory (TDF), una ecoaldea en el Alentejo, Portugal, ayudando a montar un festival de música. La idea original era trabajar como voluntarios en el huerto y en el proyecto de reforestación, pero inexplicablemente siempre acabamos en medio de la jarana. (En realidad se explica fácil: la jarana nos busca y nosotros somos bastante fáciles de encontrar.)
En TDF es fácil enamorarse. No por la gente guapa (que hay mucha), sino porque ofrece algo que no sabíamos que echábamos tanto de menos.
Love, love is a verb. Love is a doing word. Fearless on my breath. (…) Teardrop on the fire. Fearless on my breath.
Cantábamos juntos el último día de Harmonia, el festival en el que hemos estado trabajando y disfrutando junto con otros 20 voluntarios. Un conjunto musical improvisado de dos violonchelos, un didgeridoo, un tambor y treinta voces improvisando Teardrop, el clásico de Massive Attack. En una noche llena de estrellas, debajo de un techo de plástico recién puesto que ya tiene goteras, rodeados de una maraña de plantas y recogidos en torno a una estufa de gas.
El amor es un verbo. Creando juntos nos enamoramos.
Siempre hemos sospechado que había algo extraño, desequilibrado, incómodo… en la manera en que convivimos en las ciudades, cada uno en su casa a la suya y trabajando por separado en su oficina. Fuera del trabajo, ves a tus amigos (de uvas a peras en algunos casos) y pasas con ellos dos, tres o cuatro horas seguidas (o toda la noche), hablando, hablando y hablando. Bebiendo, quizás. Bailando, si has bebido suficiente. Todo muy intenso y mental y un poco agotador. Un ámbito muy reducido, claustrofóbico a veces.
No sabíamos lo que echábamos de menos hasta que lo hemos vivido. Otras dimensiones para interactuar y relacionarnos. Cocinar juntos, limpiar con música de fondo (compartiendo con ecuanimidad el Spotify), pasar de largo mientras unos hacen yoga, cruzar el taller y ver a los carpinteros concentrados en sus herramientas, cargar con tu compi carretillas de grava para cubrir el camino embarrado, empujar entre tres para meter a presión un colchón empapado y hecho trizas en la furgoneta y llevarlo al vertedero. Arrancar hierbas, plantar y podar sin decir palabra, disfrutando de la compañía mutua.
Hay un intercambio silencioso que se produce cuando dos o más personas trabajan juntas. Una complicidad. Cierto tipo de amor. Dentro de nosotros brota el agradecimiento: gracias por tu esfuerzo, por tu creatividad, por tu talento. O gracias por tu falta de talento y tu voluntad de aprender. Gracias incluso por admitir que algo te supera, tirar la toalla, y un rato más tarde recogerla. O no hacerlo. Gracias por tu autenticidad, incluso cuando estás enfadado. Especialmente entonces.
El brote se convierte en un tallo que se alza hacia el cielo y empieza a abrirse. Busca la luz, y la luz es la compañía de los otros. El contacto. De los dos, Andreu siempre ha sido más de dar abrazos, y para él no ha habido mucho cambio. Sin embargo, para Marta ha sido extraño sentir el deseo de abrazar a alguien. De tocarle el hombro, de apretarlo y amasarlo y achucharlo como si fuera un gato. De expresar amor de la manera más primitiva y más auténtica que conocemos.
No sabemos muy bien qué marca la diferencia, por qué con ciertos amigos de toda la vida ha costado (y aún cuesta) sentir esta intimidad y por qué con extraños con los que compartes unas jornadas de trabajo te sientes tan unido.
¿Será TDF? No, TDF es increíble, pero esto ya lo habíamos vivido antes. La sensación de comunidad ya la habíamos encontrado en otros lugares, años atrás. En O Couso y en Sunseed lo intuimos. En The Gathering of Tribes nos convencimos de ello. Juntos vamos más despacio, pero llegamos más lejos. Y, lo que es más importante, nos lo pasamos mejor.
¿Será que son estas relaciones más completas, en las que satisfacemos todas nuestras necesidades? La necesidad de ser escuchados y comprendidos. La necesidad de explorar nuestra creatividad. La necesidad de estimularnos intelectualmente. La necesidad de trabajar juntos por un propósito común y en servicio a la vida. La necesidad de jugar y divertirnos. La necesidad de contacto humano. La necesidad de celebrar.
Harmonia ha sido el primer festival que ha celebrado TDF. Y de verdad que lo hemos celebrado. Después de semanas de trabajo, bailar juntos ha sido enormemente satisfactorio. Bailamos con Tias, Julia y Tonya, los carpinteros que se han esforzado a tope para tener los váteres secos listos para 70 personas; con Elias, que ha cargado más carretillas que nadie; con Kinga, la reina de todas las cosas dulces que salen del horno; con Luna y Sam, que gestionaban todo, a gran y pequeña escala, en la sombra; con Valerie y Kajsa, que decoraron la pista de baile en un tiempo récord y con lo que había a mano…
El baile se sentía distinto. Hemos estado en muchos festivales, y una constante suele ser que, si no vas un poco perjudicado, se siente incómodo bailar entre tanta gente desconocida. Rehúyes las miradas, vas a lo tuyo, intentas no pisar a nadie y que nadie te pise…
Muy distinto. En TDF estábamos entre amigos. Estábamos en nuestra comunidad. Los bailes más raros eran bienvenidos (¿boxear con el altavoz? ¿Por qué no?). Las miradas se encontraban sin miedo. Era liberador y muy divertido. Era lo que una fiesta simbolizaba en sus orígenes: una celebración de la tribu, la culminación de largas jornadas de trabajo.
Love is a doing word.
Trabajando juntos ha brotado y ha crecido el amor. Y en los descansos ha florecido, sentados al sol (por fin el sol), viendo cómo los gorriones juegan a pelearse por los tejados destartalados en esta zona de obras que es TDF, con sus nómadas y sus residentes más establecidos, con sus grandes proyectos de futuro y presencia pura y simple en el presente, cocinando, podando, cortando madera, construyendo.
Gracias, Traditional Dream Factory. Nos imaginamos un posible futuro aquí, o en un lugar parecido. Has hecho nacer en nosotros un sueño.
Andreu y Marta
Qué maravilla poder vivir así y ser consciente de cada detalle de felicidad de las pequeñas cosas 🥹
Leyéndoos en esta carta, reconozco en mí la añoranza de tribu. Una que no he llegado a tener (aún) en esta vida, pero que de algún modo recuerdo cómo se sentía tenerla. 😌 Gracias. 🙏🏼